Una Argentina en punta de pie


Un día, un lugar, una mujer, un hombre en un planeta llamado Tierra.

Es el despertar de un día común, donde se leen y escuchan noticias, café de por medio, mate, nos preguntamos ¿en qué se puede creer? ¿Hay que creer? ¿Hay que descreer?

Todo está mezclado, todo confuso, alguien sin escrúpulos dice una noticia que parece no ser cierta, otro argumenta otra noticia sobre el mismo hecho con agregados subjetivos y falaces, la TV informa con cuadros en colores para resaltar “la información”, la noticia… del momento, la radio habla hasta el cansancio…

Pero me pregunto: ¿quiénes son estos que escriben y hablan, qué poder tiene la palabra y qué despreciada y degradada se encuentra? ¿quién es ese  hombre? porque basta uno solo, para confundir, mentir, fantasear y degradar a la más mínima expresión la condición humana.

El lugar es Chubut, Argentina, lejana y soberana Argentina, una mujer agredida sexualmente por varios hombres, un delito privado, de cuidado que mansilla la fibra más íntima de una mujer.

Me pregunto: ¿por qué quienes tienen que ejercer su profesión con responsabilidad, con certeza, con simpleza y con honestidad, provocan tanto daño en la sociedad?

¿A quiénes le dimos nuestra representación, quiénes son esos jueces, fiscales, abogados, esos  periodistas, esos medios de comunicación, esas personas que dicen lo que se les ocurre, de quien quieren sin el más mínimo cuidado y respeto?

Hay una mujer violada en Chubut, hay hombres acusados, señalados, confesos, hay autoridades judiciales actuando, hay dolor, hay ultraje a una mujer y lo digo porque raramente el hombre denuncia una violación, una violencia… ya no son aquellos tiempos de no llores que no es de hombre, o dime con quién andas y te diré quién eres, ¡no, no!  ellos callan, y vaya a saber qué se esconde detrás de ese silencio que también es una respuesta.

No quiero hablar de la justicia, ya está muy degradada, lenta, manipulada, ejercida desde un lugar de poder ya insostenible, porque la supremacía de la realidad se impone, la señora justicia esa de los libros, aquella que definía al Doctor en leyes, hoy se degrada a sí misma y permite ser manipulada por quienes la representan.

Qué le pasa a un ser violado, ultrajado sea niña, niño o adolescente ya que al fin y al cabo es una persona, la justicia no lo sabe, aplica un tecnicismo alevoso, degradando la palabra a la situación más vil, porque no seamos cínicos, el valor de la palabra no cotiza como el dólar, quizás por ello esa palabra se transformó en grito de mujeres todas juntas.

Y en el aquí y ahora, en estos tiempos donde la regla es discriminar y la excepción  es no hacerlo, todo está confundido (fundido con) los intereses son tantos que abundan mil explicaciones por demás banales, hay poca seriedad, la información es negocio.

Pero aún en esta sociedad tan enferma, tan descreída, atormentada, donde el ser humano olvido su propio respeto, me gustaría decir que siento una pena inmensa por lo que pasa y la falta de empatía con el otro, sea uno o todos.

Para terminar Sr. Fiscal, no sé si necesita defensa de terceros para arreglar lo ocurrido por su frase estampada en un escrito judicial… no sé cómo se sentirá usted como hombre  en la función que ocupa, si esa frase se usaba en tiempos pasados, un modo hasta hoy grosero como forma de explicar lo sucedido en estos tiempos que corren.

Hoy son tiempos de actuar mirando la dinámica social, muchos cambios, si es padre de familia, abuelo , tío … le puedo asegurar que no le gustaría que le justificaran un delito penal de violación, que existe en nuestro código penal, un hecho concreto, con una frase tan fuerte y de tal impacto social. Se necesita de un cuidadoso lenguaje para no dañar más sobre lo sucedido.

El valor de las palabras nos definen y nos hacen presos.

La condición humana necesita respeto de usted, y de la justicia.