A través de mis ojos


Entre risas, juguetes y con una increíble imaginación, siempre creando sueños de súper héroes combatiendo el mal, atrapando y castigando a los malos, así eran aquellos días de la infancia.

Recuerdo llegar a casa después del colegio, hacer tareas y compartir los alimentos con la familia. Luego el plan era juntarnos todos los amigos para jugar. Salíamos a recorrer la cuadra en avalancha, bicicleta y patines, y durante el recorrido se integraban más niños sumándose a esta carrera, solo esperábamos el llamado de nuestros padres y terminar otro día de juegos.

Así pasaron los años entre amigos, vecinos malhumorados por haber roto algún ventanal al jugar beisbol o futbol, otros obsequiándonos dulces al apoyarles a llevar las bolsas de las compras del mercado. Recuerdo que yo era la única niña entre todos mis amigos, todos me protegían y eran cuidadosos para no lastimarme entre juegos rudos de los niños, era una hermandad, siempre juntos, compartíamos los juguetes de moda que otros niños no podían tener, nunca hubo diferencia entre unos y otros. Todos disfrutamos nuestra niñez al máximo, siempre esperaba que fuera fin de semana para la visita de los tíos que me obsequiaban el famoso “domingo” (plata) para salir corriendo a la tienda a comprar golosinas de muchos colores y sabores o llevarme a pasear a los parques y museos.

Recuerdo una comunidad solidaria siempre preocupada por cuidar sus jardines, pendientes de sus mascotas y el cuidado de su entorno, en una sola idea, nos cuidábamos los unos a los otros. Los marchantes del mercado identificaban a sus clientes y a sus hijos.

Yo disfrutaba acompañar a mi abuela de compras porque me consentía comprándome un elote bañado de jugo de limón, sal y chile en polvo o fruta de temporada como una rebanada de sandía, mangos o una paleta de hielo de frutas. Mi abuela solía contar que cuando estaba más pequeña al llevarme con ella a comprar a la carnicería de un español que era reconocido en la colonia por la calidad de sus productos, siempre estaba lleno de clientas esperando su turno de pedido. Al llegar el turno de mi abuela le indicaba qué tipo de carne llevaría, mientras tanto otra mujer tomó mi mano y se alejaba del lugar llevándome, sinceramente no recuerdo ese momento. Hubo una persona que se dio cuenta de esta mala acción y avisó a mi abuela, ella salió corriendo detrás de mí, gritando “se están robando a mi hija” hasta que logró sujetarme y arrebatarme de esta señora. Cuenta que ella le alegaba que era mi madre “que dejara a su hija” pero todos sabían que mi abuela sí era mi verdadero familiar, así que logró evitar que me robaran.

Este hecho fue comentado entre vecinos, nunca se había escuchado sobre que se robaban a los niños. Este fue mi primer contacto con el tema de niños robados, a mi corta edad era solo lo que podía entender: no hablar con extraños, contar todo lo que me pasara a mis padres, nunca permitir que nadie me tocara o que alguien me faltara el respeto, estar siempre atenta de lo que me rodeaba.

Ahora soy una mujer y madre preocupada por la niñez, alarmada por el robo de infantes que se viven en mi país. En México han desaparecido más de 9 mil niños durante 23 años desde 1995 a la actualidad. La desaparición de un menor es la forma más extrema de la violencia contra la niñez, los expone a ser víctimas de abusos que incluso puede llevarlos a perder la vida. Es lamentable reconocer que miles de niños mexicanos no tienen la oportunidad de salir a jugar con tranquilidad a las calles, menores que salieron a realizar compras como una soda, tortillas y dulces han sido robados, este mundo de sueños les ha sido arrebatado, las familias han sido mutiladas, otros han decidido por ellos.

Estamos acostumbrados al ciclo de vida de perder a nuestros padres, pero no a perder a los hijos. Como padres no estamos preparados para dicho evento, no sabemos prevenir o qué acciones tomar en caso de la desaparición de un hijo. Como sociedad tenemos una gran responsabilidad de restaurar el tejido social y cuidarnos unos a otros como tiempo atrás. Confío que somos más los buenos. Se trata de decidir romper con esa burbuja de la indiferencia y recuperar esa hermandad que un día fuimos.
Por: Elizabeth Martínez