Silvio Rodríguez: niñez, revolución y evolución


DENTRO NOTA Silvio Rodríguez 105Medios Lentos dialogó con el cantautor, guitarrista y poeta cubano en una entrevista que repasa la niñez, pero no sólo la suya, sino la de muchos de los niños que viven en su país. “Las revoluciones ocurren en determinado momento de la historia en los que las son estallidos, son como el Big Bang, ocurre porque se crean las condiciones. Pero después de esos estallidos, no se puede vivir en una revolución constante. Sin embargo, en una evolución constante sí es necesario que vivamos”, analiza Silvio Rodríguez.

¿Cómo fue tu niñez? ¿Cómo era Silvio cuando era pequeño? Fiñe diría Eusebio
En general, era bastante introspectivo. Mi niñez la pasé solo, sin amigos con quien jugar porque vivía aquí en La Habana y no tenía amigos. Bueno, tenía amigos de la escuela pero no en mi casa. Tenía una hermana más pequeña, entonces tenía que jugar solo. Creo que eso influye mucho en los niños y en el mayor que uno va a ser. Tienes que aprender a jugar solo también, por eso me era tan necesario y me hacía tanto bien regresar a mi pueblo cada vez que podíamos. A veces un fin de semana, en las vacaciones, volvíamos también un período de tiempo en que nos regresamos a San Antonio. Fue muy importante para mí, ya tenía suficiente edad como para andar un poquito solo por la calle, más bien por el monte, andaba poco por la calle. Pero eso es fundamental, tuve varios períodos de aprender a jugar conmigo mismo y fue una gran alegría cuando pude jugar también con otros, cuando pude encontrar compañeros de juego.

¿Y la importancia de la niñez en la sociedad?
Estamos en una sociedad que atiende mucho a la niñez. Siempre hay problemas que atender y mientras más uno atiende asuntos, más asuntos surgen. Un poco como el sueño con serpientes, ¿no? La mato y aparece otra. Y es que es una zona de la vida que requiere atención, que requiere dedicación y tener el derecho a vivir, como aquí ocurre en Cuba que cada 2000 nacidos vivos, realmente se mueren tan pocos, que todos tienen derecho a la escuela, no sólo cuando son niños, sino también cuando crecen, pueden seguirla. En fin, esas son cosas muy importantes: dar una continuidad a tu salud, saber qué tienes, aunque padezcas de cualquier enfermedad por complicada que sea, si existen los recursos en algún lugar del mundo, allá se va, se consiguen, se pelea. A veces en contra de cuestiones como el bloqueo que nos imposibilita tantas cosas, incluso en el terreno de la salud. Son garantías pero aún, con toda una niñez así resuelta, siguen existiendo muchos problemas porque los problemas de la niñez no sólo son sociales, son también familiares. Y las familias son el núcleo de la sociedad y tenemos una disparidad muy grande, en el país de los recursos, de las entradas de las familias. Tenemos todavía zonas enormes de la sociedad con muchas faltas de recursos, con muchas cosas que faltan, barrios todavía insalubres. Aun así, te lo digo porque he recorrido mucho el país y de hecho hace tres años tengo un proyecto de visitar los barrios más desfavorecidos, viendo esos lugares, me he dado cuenta de que los niños siempre tienen asistencias. No me he encontrado un barrio en donde haya niños que no tengan facilidades para curarse si están enfermos, no me encontrado en donde no haya escuela. Aún así, tenemos problemas porque hay barrios que son propensos a tener problemas familias disfuncionales. Y en fin, esas son cosas que nos ocupan y que como sociedad nos deben ocupar y seguir ocupando en la medida de que esa serpiente se extiende, crece.

Leí en una entrevista que volviste a actuar a La Colmenita y te sorprendió que en la obra “Y sin embargo” que si lo dice un adulto desconfías, pero en cambio, si está en palabra de un niño…
Claro… ahí uno desconfía menos ¿no? Mi generación, por ejemplo, empezó a hacer canciones muy diferentes a las canciones hechas anteriormente y eso creó una desconfianza. La gente decía: “Estos muchachos que están cantando estas cosas tan extrañas ¿qué quieren? ¿Qué pretenden?”  Y ahí pasó un tiempo hasta que no probamos como éramos, hasta dónde queríamos llegar, nuestras intenciones, nuestro compromiso también. Costó muchos años para que se disiparan esos temores y aún todavía existen. Es natural que existan. Pero cuando uno ve a un niño dudando, cuestionando, lo único que puede hacer es acordarse de que uno también fue niño. A mí esa obra me impacta especialmente porque es una obra que plantea cosas que no se suelen plantear mucho, que es el derecho y la posibilidad real como cosa natural de ser diferente, de ser distinto, la posibilidad de dudar, de no ser igual, de tener otras aspiraciones, otras intenciones, en fin. Me parece, en ese sentido, una obra muy importante. Y que la hagan niños, todavía más importante.

Apareciste en la película, participaste ahí también, te llevaron al cine…
Sí, eso fue un capricho del director de la película, me puso con una guataca a darle a la tierra, de jardinero.

Te llama la atención que las abejas despiertan a las flores en la metáfora, yo hablaba de la imaginación y de la creatividad cuando fue creada La Colmenita, en un período especial, en donde de alguna forma, había que empapar con ese amor y que los niños lo contaran. Esto de la imaginación, todavía falta en barrios muy difíciles y creo que, si no te malinterpreto, sería algo así como la evolución de la Revolución, ¿no?
Sí, yo he hablado de eso, de la necesidad de evolucionar. Porque las revoluciones ocurren en determinado momento de la historia en los que las revoluciones son estallidos, son como el Big Bang, ocurre el estallido porque se crean las condiciones. Así dicen los científicos, los físicos atómicos y todo eso. Se crearon determinadas condiciones que aún se están investigando y de aquello que era la nada, se creó el todo. Así pasa también en las sociedades. Ocurren estallidos, pero después de esos estallidos, no se puede vivir en una revolución constante. Sin embargo, en una evolución constante, sí es necesario que vivamos. Entonces por eso yo hablo de la palabra evolución. Y por eso me atreví en una canción, a pesar de que corría el riesgo de ser malinterpretado, es un riesgo que ya uno ha corrido tantas veces que da lo mismo. Y por eso hablé de quitarle la “R” a la revolución. Eso no quería decir para nada que rechazara a la Revolución. Yo toda la vida fui parte de la Revolución y he sido un producto de la Revolución. Sino que me doy cuenta de que los tiempos han cambiado, de que la realidad ha cambiado, de que el mundo ha cambiado, de que Cuba está cambiando y de que debemos contribuir a esos cambios para evolucionar, para pasar a un estadío superior. Debemos aprender de todo lo que hemos hecho, apartar lo que no ha salido bien, lo que sabemos que no ha dado resultado. Y todas las cosas que nos salieron bien, aumentarlas. Tan sencillo. Claro, yo sé que es muy difícil de hacer a escala social y a escala universal más todavía. Pero uno lo plantea y ve un esquema claro de lo que puede ser el equilibrio ¿no? Lo que puede ser lo dialéctico, lo que puede ser esa espiral que es el Universo.

El Silvio niño nunca pereció, por suerte, ¿no?
(Suspiro) Ha crecido a veces, mal que bien. No siempre ha estado muy conforme con crecer pero a veces uno tiene que crecer, a veces la vida te obliga a crecer y te rompe un poco la existencia. Uno lo que trata es que eso se le olvide, pero es así: uno se va contaminando. Me acuerdo de que Guillén tenía un poema contra la pureza que se llama “Digo que no soy un hombre puro” y es un elogio a no ser puro. Decía que no había prácticamente nada puro en el mundo y que todo lo puro era asqueroso. En definitiva. Nuestra misma sangre no era pura, aquí en Cuba, menos que menos, menos que en otros lugares. Somos mestizos, somos mulatos, somos eclécticos, somos el resultado de la confluencia de muchas cosas. Entonces, pureza de este tipo. Lo bueno es que cuando uno habla en términos de crecer y viendo la niñez como esa cosa germinal que es prácticamente como un sol inmaculado que no quisiera mantener eso, ese estado en esa forma y es imposible. Lo que uno no se debe olvidar: de lo que desea; de los sentimientos y de lo que se propone.

¿Cómo imaginás que te van a recordar tus nietos?
Mis nietos… ¿Y quién te dijo que yo me iba a ir a alguna parte? No sé, supongo que nada, abuelito, viejito, el viejito ese que les daba cariño, tocaba la guitarra y le gustaban los helados. A ellos también les gusta los helados, como a todos los que tienen sentido común, mi amor.