¿Quiénes son los verdaderos culpables de la Trata? La PUTA y el PUTO


“El hombre piensa, porque tiene manos”. Anaxágoras

Luego de cientos de ciclos, encuentros, conferencias, reuniones, comisiones, etc., que se organizan para concientizar y/o luchar contra el delito de Trata de Personas, Su Santidad el Papa Francisco organiza el Simposio de jóvenes contra la prostitución y la trata de personas: máxima violencia contra el ser humano.

Qué mejor organizador y qué mejor medio que cubre dicho evento – Medios Lentos, mi casa – para hablar de una vez y para siempre, sin eufemismos ni simbolismos, sino llamando a las cosas por su nombre, despojados de hipocresía.

Así, mucho se discurre acerca de nombres y apellidos que, puntualmente, pueden tener responsabilidad penal en diversos casos de Trata de Personas.

Ese discurrir, nada empastado en el mar de la hipocresía y el facilismo de algunas condenas que, de algún modo, limpien de sospechas a distintos actores sociales y jurídicos que se enfrentan en esta nueva forma de esclavitud moderna.

Pero en realidad, y advirtiendo que a más de mi condición de católico apostólico y romano, no me es fácil hablar de culpa, quizás por una cuota de racionalismo y por mi profesión y vocación, la de abogado penalista, me ha llegado  el momento de hacer en ello una excepción: trocando pues “culpa” por “responsabilidad”,  – adelantada en el título – hablar de los culpables de este verdadero y perverso flagelo, reitero, sin eufemismos: la PUTA y el PUTO.

Así, resultará indiscutible que ambos existen desde épocas inmemoriales, más allá de que con el correr del tiempo se hayan hecho ingentes esfuerzos, por denominarlos de otro modo; morigerar el significado real de ellos y asignarles relativa culpa en estas lides, por distintas razones.

Así, la PUTA y el PUTO son culpables porque tienen, de arranque, intereses económicos que saltan a la vista: ganan fortunas con la Trata de Personas.

Igualmente prístino es el hecho que entre ambos hay una relación imprescindible, una sociedad que funcionó y funciona a la perfección y que, cuando uno de los dos falla, ahí viene algún escaso y mínimo avance en la lucha contra este delito transnacional, que no reconoce – obviamente – frontera alguna.

La PUTA y el PUTO, no reconocen religión; clase social; etnia ni idioma: funcionan como un engranaje tan aceitado que, normalmente, cuando creemos que los estamos atrapando porque los escuchamos gritar, en realidad están experimentando un proceso de multiplicación automático.

A su vez, a estos dos indignos y lacras, no les es un problema la jerarquía entre ellos ni, mucho menos, cuántos creamos que son en realidad: ellos saben mejor que nadie, que su reproducción no requiere de ningún proceso raro o desconocido y que, aunque por esfuerzos y esfuerzos se intente exterminarlos, nunca lo lograremos. O eso creen.

Menos escollo les significa el hecho de la comunicación: pueden estar por ejemplo privados de su libertad, con la tranquilidad de que otros de ellos y ellas sin necesidad de protocolo de trabajo ni de instrucciones impartidas, continuarán con su “trabajo” rejas afuera, sin hesitación alguna.

Causa impotencia ver como PUTA y PUTO se nos ríen en la cara cuando muchos – pero no los suficientes – creemos que comenzamos a detenerlos, someterlos a juicios…

Reniegan – muchas veces en voz alta – de que se los llame de esta forma, pero es en voz baja como actúan de una manera tan impune, que causa asco, repudio y desazón, gran desazón.

Muchas veces tienen organizaciones con personería jurídica que los cobijan y, si bien generalizar es un error imperdonable, aún muchos de ellos que no quieren participar en el proceso delictivo que significa este delito, por necesidad y algunas veces vulnerabilidad, no les queda otra que mirar para el costado, y nobleza obliga, hay que entenderlos.

Todos los días se los acusa a los gritos, pero pocos días esos gritos realmente llegan a oídos que no sean sordos.

Todos los días se los trata de discriminar, como una forma de causarles vergüenza, pero los muy descarados tienen un mecanismo de defensa que en vez de dejarlos a un costado, los ponga siempre de un modo u otro, en el centro de la escena.

Sí, suena mal pero es verdad: la PUTA (PROTECCIÓN UNIFICADA A TRATANTES Y AMIGOS) y el PUTO (PROGRAMACIÓN URDIDA EN TODO ORDEN) todos los días encuentran en algunos miembros de fuerzas de seguridad, políticos, jueces, religiosos, empresarios, inspectores, miembros de asociaciones, etc., su razón de ser, su núcleo de actuación indispensable.

Protegen proxenetas, liberan zonas, blanquean personajes siniestros, liberan culpables, re-victimizan víctimas, adulteran identidades, proveen de oficialidad a lo clandestino, y un largo etcétera.

Sea quizás como decía Einstein, que “el mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad”.

Pues claro, quienes no somos parte de PUTA ni PUTO, tal vez lo terminemos siendo porque dejamos que las cosas ocurran, pasivos, a lo sumo solidarizándonos en la intimidad de nuestros hogares ante los hechos que toman estado público, mirando al costado respecto de aquellos que sabemos que protegen, organizan, liberan y colaboran, en todo orden, para que  exista la Trata.

Nos la pasamos pidiendo – como sociedad y actores – ayuda en el otro, en el prójimo que significa el más próximo, sin darnos cuenta que, si pedimos una mano de ayuda, la más cercana la encontraremos sin duda alguna, al final de nuestro brazo.

Hoy estamos frente a la oportunidad histórica que brinda este Pontificado, que  tanto enamora a millones de personas de distintos credos, agnósticos, ateos, judíos y hasta musulmanes, de mostrarnos a nosotros mismos que se puede empezar, en serio, a luchar contra la PUTA y el PUTO, sabiendo, claro está, que ello es directamente proporcional con el esfuerzo, sacrificio y riesgo que estemos dispuestos a asumir y correr, pero no seremos conscientes de ello, hasta que no comprendamos definitivamente que víctimas de Trata podemos ser cualquier de nosotros y los nuestros.

Pero peor aún, no lo podremos hacer hasta que no entendamos que con pasividad y sin “hacer lío”, seremos nosotros sin eufemismos ni hipocresía, ni más ni menos que “PUTAS y PUTOS”.

“Nadie nos montará, si no doblamos la espalda”. M. L. King

¿LA ENDEREZAMOS?