“… Podemos quedarnos con nuestras almas si los dejamos esclavizar nuestros cuerpos”, Arte y Materia reunidos en un mundo paradójico


“… Podemos quedarnos con nuestras almas si los dejamos esclavizar nuestros cuerpos”, Arte y Materia reunidos en un mundo paradójico

Atemporales son las enfermedades alimenticias en nuestra especie y su construcción del sentido del Cuerpo. Atemporal es el Arte que difunde un entramado de matices contradictorios. Medios Lentos explora semánticamente la vorágine de una peligrosidad rutinaria y conscientemente posmoderna.El cuerpo es una expresión comunicativa, reluciente contrapunto de un animal meramente abstracto. Es la concepción material de un ideal de forma. Es cosmovisión hecha carne, es filosofía construida por la yuxtaposición de huesos y sangre. Figuras que responden a un universo comunitario, una democracia visual. Un instrumento de poder, y si es poder, es contingencia. Una bella y extravagante contingencia.El escritor irlandés George Bernard Shaw confesó: “Ahora ya sabemos que el alma es el cuerpo y el cuerpo el alma. Nos dicen que son diferentes porque quieren persuadirnos de que podemos quedarnos con nuestras almas si los dejamos esclavizar nuestros cuerpos”, y allí el preámbulo al análisis de la consistencia, de aquella realidad objetiva que denota la existencia de una idea. Podemos, de forma prematura, jugar a un ideal convertido en objeto, elemento, sustancia táctil. La capacidad de apretar un pensamiento, oler una imaginación, saborear las percepciones, distinguir la textura de una reflexión.Y, como ya hemos instruido en publicaciones anteriores, el Arte es aquella Géminis, hermosa peligrosidad, huésped del poder, categórica afirmación de lo impensado. El arte puede crear pacifismos y arco iris, altruismos floreales… como así también fundar e implementar cimientos dictatoriales, convencer espíritus hambrientos de ortodoxia y satisfacer desconciertos y anarquías mentales, al punto extremo de la tiranía. El arte se traspone en una melodía en tonalidad Mayor, como en las viseras de una publicidad de chocolates. En poesía, y novelas melodramáticas de televisión esclava. En pinturas impresionistas libres de toda objeción, sin abandonar la meditación en amarillismos radiales, impostados, borrascosos. El arte maravilló con el hipismo, sin embargo aterrorizó con el Clasicismo impetuoso, arrebatado y su fundamentación cristiana del horror y el pánico multitudinario.  Todo canalizador es consecuencia de la mano invisible del hombre, aquel constructor de subjetividades y, paralelamente, teorías empíricamente comprobables. Es por ello que su función desconocida en esta tierra, es símbolo de parsimonia. Y, en mis breves recorridos por las calles de la contemporaneidad, he sido manifestante (Como la gran mayoría de los ciudadanos) de los trastornos alimenticios: ya sean la Bulimia, como la Anorexia, entre otras tantas del cúmulo. Y confesaré, cual rugido de león amaestrado, que en los últimos años, he sido un permanente concurrente de las mismas. Una especie de investigador positivista (Penosa palabra, comprendo) de las mismas, un elemento repetitivamente presencial. Y en mis breves notas documentales, puedo encontrar Arte explícito, en esta caverna cadavérica, esquelética, propulsora de semánticas múltiples.Las pinturas antiguas moldeaban, principalmente, la estética femenina. Voluptuosa, una imagen naturalmente llamativa, colorida, una lujuriosa mirada trasversal, tridimensional, como si estuviera construida para romper las reglas teóricas de la lógica estructuralista y así, convertir los trazos de pincel en autóctonas verosimilitudes táctiles. Era una construcción típicamente carnal, sexual y alimenticia. El ser humano tenía poder al ser propietario del banquete. Ser navegante de grandes celebraciones, adornadas con mesas distinguidas, aristocráticas, con extensiones y dimensiones propias a las obras de Shakespeare. El volumen corporal era el estereotipo propulsor de belleza y bienestar. Y en todo ese universo de bastimentos culturales, el arte generaba espacios de reflexión y, sumisamente, invocaba el inconsciente colectivo, el ideal comunitario del valor moral, y todas sus especializaciones. Indiscutiblemente, cuando aquí invocamos la concepción artística, implementamos todas sus formas de enunciado disciplinario: pintura, música, novelas… y, en términos propios de la modernidad, la Publicidad.En términos completamente vulgares, podríamos debatir sobre la construcción de poder en la pintura medieval, Clasicista, Romántica (Entre las tantas de la maravillosa historia universal), como utensilios publicitarios del importe del arte y su deseo de implementación formal. El denominado Ejemplo global, la unidad estilística. En el final del camino, todos queremos unirnos en un solo Cuerpo, pero conformado de individuales Poderes. Y consuelo a mi corazón al admitir que, en esos conceptos visuales -y no visuales- el arte era una herramienta persuasiva de dominación y fascinación. Elemental, tan elemental como la filosofía.Las contradicciones hermosas del relato. En las últimas décadas, un nuevo giro se ha concebido para ¿evitar aburrimientos? La magnitud corporal hoy se expresa en términos de virilidad y musculatura. El volumen parece convertirse en paciencia y tolerancia, resistencia, a no decaer en desmayos y desnutriciones mortales. La obediente fatalidad y flagelación a Tempo andante, bailarinas de compases compuestos. Nuestra cultura artística denota inmaterialidad, inconsistencia, unidades huesudas al punto del desmoronamiento. La eternidad en el padecimiento inmutable, la estática capacidad de movernos libremente en la prosperidad con nuestro Cuerpo. Somos sus prisioneros, cuando efectivamente, deberíamos gozar de sus cualidades cómo grandes Hedonistas. El Alma, Espíritu, no tienen cuantía por sí mismas. No son autónomas ni autocomplacientes. No están emancipadas, no funcionan con su propio elixir. Su alimento es rudimentario, escaso. Flácido, porque es etéreo. Y la Modernidad nos ha exigido interpretar a la materia como una maldición, como el mismísimo infierno terrenal, que nos humecta de fuegos satánicos y nos consume lentamente. Pues, la salvación no está en el aire, sino en la correspondencia entre Cuerpo y Alma. Pese a todo, al descubrir esta magnífica teoría, el Poder actuó velozmente. Y modificó el tablero… cambio las reglas del juego, asumiendo su riesgo de morir en la batalla del conocimiento y la conciencia.Aceptó al Cuerpo como participante, un nuevo alfil. Pero lo dotó de mortalidad innata, aniquilación anímica, tan íntima como el suspiro. Al Cuerpo, le quitó el cuerpo. Lo debilitó por completo, destronó su esencia material, su consistencia heroica. E, indudablemente, neutralizó sus ingredientes gracias a los instrumentos que el Arte otorga (Y dispone en el Mercado intangible). El poder ha logrado reconstruir un ideal imaginario universal, un reluciente paradigma a respetar y reverenciar. Desde la posición del espíritu, dispone de un Cuerpo hambriento, blancuzco y pálido, íntegramente débil y ojeroso, sediento y huesudo, sin cabellos nutridos de color y movimiento, una piel reseca por el desierto del pensamiento absurdo. Un estomago de hojalata, una princesa en extinción. Un constante tormento, corazones avasallados por un latido fatigado, aplanado, postrado y desfallecido.       Nos alimentaba, Aristóteles: “La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia”, y desde aquel momento, un sinfín de filósofos, escritores y pensadores nos explicaban la inevitable fusión del Cuerpo y el Alma como dos elementos completamente inseparables, e interdependientes. Y es allí donde el Arte, justamente, establece un rol de mediador y, desde el punto de vista autocrático, el de juez. ¿No fue, esta última, la posición de United Colors of Benetton junto a sus polémicos anuncios? Tan solo a modo de ejemplificación. La moda es un campo de poder que sublima y subleva. Persuade, recomponiendo estrategias de inducción mediante fórmulas artísticas, para generar impulsos de constante (o creciente) consumo. Sin embargo, hay una finalidad imperceptible, maquiavélica y propia del período Jurásico. Aquella disciplina sumerge sus principios en la fabricación de estereotipos sociales, mediante la edificación de una Imagen Normal, entendiendo esta última como una categorización absurda de nuestra especie con fines puramente doctrinarios y salvajes. El objetivo es la búsqueda de la dominación mental, encarcelando las particularidades de la propiedad material, corporal. Para resumir los vocablos, atar nuestras muñecas para que no podamos escribir el libro. Tapar nuestros ojos para que no podamos leer la historia y sus enseñanzas ideológicas.Y es aquí cuando uno comienza a reducir y comprimir el Arte. Lo desmenuza, lo inspecciona. Analiza hasta poder encontrar sentido y selecciona aquellas bondades, desechando su Géminis maligno, su lado más sanguinario. Ver a una sociedad macilenta, descarnada, enflaquecida, buscando la unidad y el reconocimiento. Intentando componer una aceptación comunicacional, una bienvenida al grupo como totalidad. Quienes no logran ese objetivo posmoderno, encuentran sosiego en la soledad o, paradójicamente, en el Arte mismo. Y es realmente intenso  observar a un ser humano con sus permitidas corpulencias, dibujar el contorno de una mujer (o un hombre) como si fuera un pequeño alfiler de costura. No es extraño comprender que allí, evidentemente, hay belleza, hermosura. Hoy, en términos generales, son las aceptaciones mediatizadas. Es clave interpretar la dependencia de los medios de comunicación en el Arte. Lo veneran como la herramienta de salvación, la mano que mece la cuna del mundo. Es el camino al Poder.Es posible que en nuestra actualidad, una pintura de Cuerpo voluminoso, sea un acto de vanguardia artística. Una extrañeza, una aventura, un riesgo de éxito. Y, claro está, hay una cantidad innumerables de instituciones que respaldan estas atrocidades. Aquí solo generamos una discusión por completo superficial y poco científico. Es una pequeña apertura a la cognición.Hay una frase del Maestro Tales de Mileto que descubrí hace poco: “La felicidad del cuerpo se funda en la salud; la del entendimiento, en el saber”, y fue allí cuando mi fascinación por Epicuro renació por entre las llamas arduas de un fuego lento. ¿No son esos instantes de placer indescriptible lo que profundamente busca concebir nuestra condición de animalidad? Entonces allí me encuentro entre el espejo y el espejo que ven mis ojos. Entre la Imagen y nuestra imagen. Entre la figura verídica, y la composición de mi Alma/Mente catequizada. El esqueleto que tiene un corazón vivo, es posible que sea un aparato disfuncional que pronto cederá al olvido. Y esa fue, desde un comienzo, la meta. ¿Y el Arte?, allí está para llevar a cabo el objetivo. El dictador maniático.Una vez más, propongo la invitación al pensamiento genuino. Recalcular los valores intrínsecos y la Historia Universal de las Bellas Artes, como símbolos de la naturaleza y la magia espiritual de las especies. Nuestra preciosa Géminis, tan horizontal, tan vertical. Tan dotada de vértices y ondulaciones. Tan ininteligible y misteriosa. Rica en poderes, ansiosa e inesperada. Humildemente, espero descubrir pronto la voluntad de reencontrarme con el Arte posmoderno popular (masivo) expeliendo todas las indignidades e infamias que se han producido con su nombre y ejercicio. Que el Cuerpo sea revalorado y cuidado. La imagen de un hombre debe explayar toda su humanidad y jurisdicción. Sus infinitas capacidades y su resistencia. Jamás una debilidad y un raquitismo mental fundamentado por las ficciones. Se ha inventado un bienestar. Un bienestar inexistente, y embustero. Es, como conclusión lamentable, la posibilidad de la dominación absoluta. Un cuerpo débil, es una mente débil que será fácilmente sublimada y persuadida. La carne se convierte en Maniquí, un muñeco controlable y enteramente obediente. El Arte ha nacido para liberar, pues entonces, sencillamente… seamos libres. Reconciliémonos en fidelidad a nuestra magia, volvamos al renacimiento de aquella plenitud artística. Nos esperan el placer y el paraíso.   AutorPablo Sturbapablo@medioslentos.com