La guerra es la paz


La guerra es la paz

Por Rafael García Palavecino «No creo que me merezca este premio», dijo el presidente estadounidense tras ganar el Nóbel de la Paz, premio que dividió opiniones de gente del mismo «palo» como lo fue la aprobación de Fidel Castro y la crítica de Hugo Chávez. ¿Cuál es el mensaje y qué debe interpretar el mundo ante esta distinción?Hay problemas para analizar mucho más graves en el mundo que la entrega de un premio -importante o no- como lo es el Nóbel de la Paz a un presidente norteamericano. Más aún cuando este mandatario tiene que lidiar con la herencia de George W Bush.Salvo respetables excepciones, ya se han entregado Nobeles de la Paz a personajes que desatan desde polémica hasta la provocación de asco y vergüenza, como lo fue con Henry Kissinger.Pero la distinción de Obama tiene tintes similares a la nominación del anterior nefasto personaje y es un tanto particular.El comité de los Nóbel considera que el premio se debió a sus «extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos». Esos «extraordinarios esfuerzos» se han hecho en apenas ocho meses y medio de presidencia, caracterizados por estar cruzado de brazos ante el -ya olvidado- bombardeo israelí a la ciudad Palestina de Gaza; el golpe de Estado en Honduras; una violenta crisis financiera; el hostigamiento a una nación como Irán y demás hierbas.Pero la pregunta clave es: ¿Es el premio un condicionante a las futuras políticas exteriores de EEUU? Fidel Castro afirmó -en señal de aprobación- que la premiación es una crítica a las antiguas políticas de Estados Unidos en todo el mundo. Hillary Clinton, secretaria de Estado de Obama, prácticamente responde al interrogante aclarando que el premio no va alterar decisiones ya tomadas respecto del despliegue de operaciones en Afganistàn; y Hugo Chávez, quizá teniendo en cuenta un poco más certeramente la definición de «premio», criticó la coronación argumentando simplemente que «Obama no ha hecho nada por la Paz».Dada la anterior reseña, uno puede pensar que Obama, supuesto máximo representante de la paz mundial, no tomará las bélicas y brutales decisiones que tomó su predecesor. Pero es a partir de este punto en donde surge una cuestión más profunda concerniente al premio.Con la continuación del proyecto neoconservador elaborado por el «Proyecto para el nuevo siglo americano» (Project for the New American Century, PNAC), que plantea objetivos para la expansión hegemónica militar de los EEUU en todo el mundo, este nombramiento decanta que todas las operaciones exteriores de Estados Unidos tendrán una máscara pacifista. No importa si Israel está cada vez más armado, o si utiliza armamento a base de fósforo blanco, o si se instalan bases militares en Latinoamérica sin el consenso de los países, o si un bombardeo en medio oriente provoca nuevos «daños colaterales» (eufemismos groseros si los hay)… no importa, está todo hecho en nombre de la paz.Como dijo Orwell en 1984: «La guerra es la paz…». Cuando todo este escenario tiene una cara pacifista, se intenta matar a la «verdad» y se hace guerra contra ella. Cuando la guerra es la paz, ‘todo un mundo es dado vuelta, no existe cuestionamiento y un estado social inquisitorial emerge’ (Chossudovsky, Global Research, 11/10). Lo que busca este nombramiento es que las aventuras bélicas que vengan de Estados Unidos tengan un corte «pacifista» y de «intervención humanitaria» falsificando la naturaleza de la OTAN y de las invasiones estadounidenses.El mesianismo y el culto a un producto como Obama se magnificó tras el galardón y dio mayor fuerza a esta distorsión que equipara a la guerra con la paz, así como tras su campaña se lo equiparó a él con el «cambio».