La década que están arruinando


La década que están arruinando

Me parece que la elite guatemalteca –con sus abogados, intelectuales, medios y militares– está a punto de lograr el récord mundial de equivocaciones históricas. En el siglo XIX, mientras elites vecinas como las de México y Colombia apostaban por construir naciones mestizas, incluyentes al menos en los imaginarios, la de Guatemala apostaba por una oximorónica nación ladina no-indígena “integradora”… (Leer más)

La década que están arruinando
Me parece que la elite guatemalteca –con sus abogados, intelectuales, medios y militares– está a punto de lograr el récord mundial de equivocaciones históricas. En el siglo XIX, mientras elites vecinas como las de México y Colombia apostaban por construir naciones mestizas, incluyentes al menos en los imaginarios, la de Guatemala apostaba por una oximorónica nación ladina no-indígena “integradora”.

Mientras en países prósperos las elites apostaban por dar educación gratuita a los ciudadanos de sus sociedades –aunque fuera para sus propios fines industriales–, la de acá sancionaba en la Reforma Liberal que la educación era una responsabilidad de cada finca. No hace falta describir el fracaso.

En el siglo XX, mientras elites de otros países apostaban por la industrialización, la de Guatemala se aferraba como si fuera el cielo a mantener una distribución absurda (antieconómica, anticapitalista) de la propiedad en el campo. Mientras en el siglo XX las elites de países prósperos optaban por pagar más impuestos, más salarios o mejores préstamos para redistribuir oportunidades (aunque fuera para su interés de una clase media consumidora), la de acá era egoísta y miope. Mientras las prósperas aceptaban la democracia como un medio para hacer sostenibles sus sistemas, la de acá se opone a transparentar el financiamiento de la política y ahora tiene que compartir el Estado con empresarios emergentes y también con mafiosos.

Ahora las equivocaciones históricas llegan al campo judicial. Como resumió Oswaldo Hernández enPlaza Pública: “El último dictamen (de la anulación) es posible leerlo como una novela embrollada, críptica, aburrida y fea, que en siete capítulos narra la actuación de varios personajes: unos abogados agresivos, cargados de papeles, entre los pasillos de las salas de apelaciones, unos jueces de un tribunal acatando casi a su antojo las órdenes ambiguas de los magistrados, y unos magistrados de la CC resolviendo siempre a destiempo, sin establecer claridad en las repercusiones de sus decisiones. Toda una trama de personajes que gira alrededor de un fallo de la Sala Tercera de Apelaciones que restablecía al abogado Francisco García Gudiel como defensor de Ríos Montt luego de ser expulsado de la sala el primer día de debate”. Una CC que apadrina el litigio malicioso, pues. ¿Claro, ahora quién detendrá a estos abogados tramposos de seguir poniendo amparos?

Todo gracias a la actuación de la elite –y sus políticos, medios, intelectuales y militares–. ¿Se imaginan a una sociedad en la que para vencer a los débiles los más poderosos tienen que mostrar los dientes en grupo a tres jueces para que se asusten y cometan incoherencias en una anulación? ¿Saben ustedes que la elite argentina no salió a defender al dictador Videla? ¿Se imaginan a una elite surafricana impidiendo que los negros gobiernen?

Ahora, por favor, que esta elite nos ilumine para ver cómo reconstruimos el camino de los últimos diez años hacia un Estado de Derecho para todos los ciudadanos, hacia una República en la que quepamos todos (incluidos los mayas), hacia una democracia y un país que sea de todos, y entonces, el sistema sea legítimo. Y así, tal vez, viable.

 

Autor
Martín Rodríguez Pellecer
Publicado en elPeriódico, 28 de mayo.
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