Juegos de guerra


Juegos de guerra

Mas allá de los conflictos conocidos a nivel mundial y televisados en vivo por CNN y Al Jazeera en Irak o Afganistán, existen otros ignorados en regiones olvidadas a las que la prensa no tiene acceso. Guerras libradas por ejércitos que olvidan los motivos originales y terminan dedicados al rapiñaje y al reclutamiento de menores para combatir en el frente. Son las guerras civiles africanas.El final de la Segunda Guerra Mundial significó un nuevo panorama para África. Una ola independentista se extendió a lo largo y ancho de todo el continente llevando un breve período de bonanza apoyado por la idea de que la libertad política sería el fin de las penurias para el pueblo. Los movimientos nacionalistas triunfaron y las potencias colonialistas debieron retirarse luego de medio siglo de ocupación efectiva.Durante la segunda mitad del siglo XIX, las principales potencias colonialistas europeas comenzaron la carrera para ocupar las regiones que, aunque libres de su influencia política, venían siendo explotadas desde cuatro siglos atrás mediante el tráfico de esclavos. Gran Bretaña y Francia fueron los principales exponentes de este imperialismo que también incluyó a Italia, Bélgica, España, Portugal y Alemania. Las tensiones entre los Estados llevaron a la Conferencia de Berlín, en 1885, donde quedó establecido el reparto de África.Sólo dos países quedaron fuera de la colonización: Liberia, apoyado por Estados Unidos gracias a su condición de Estado formado por ex esclavos de Norteamérica, y Etiopía que debió librar una larga guerra frente a Italia para defender sus tierras, aunque años más tarde, ya bajo la dictadura fascistas, se volvería a producir una invasión, esta vez exitosa para los europeos.El nuevo escenario mostró países independientes pero formados artificialmente en el que convivían decenas de tribus enfrentadas entre sí. El complejo mapa político africano proviene del reparto mencionado en Berlín donde quedaron conformadas apenas cuarenta colonias englobando aproximadamente diez mil reinos y tribus que en muchos casos llevaban años de enfrentamientos. Esto trajo consigo una serie de guerras civiles, al principio por motivos políticos, pero que con el correr de los conflictos terminaron perdiendo el objetivo original (lo que en terminología militar se denomina casus belli) para convertirse en enfrentamientos entre señores de la guerra que utilizaban la ayuda humanitaria como un factor de poder.Los casos se sucedieron a partir de la década del sesenta y no respetaron ninguna continuidad geográfica ni cultural. Países tan disimiles como Sierra Leona, Liberia, Sudán, Somalia o Congo se vieron inmersos en estas disputas que arrasaron tanto con los ejércitos como con las poblaciones civiles, inocentes víctimas de la situación.Los prolongados conflictos, la falta de atención médica adecuada y la pobreza imperante hacen que muy pocos africanos lleguen a edad adulta en condiciones aptas para una guerra, y es en ese momento que los niños toman las armas. El periodista y escritor polaco Ryszard Kapuscinski retrató esta situación en su libro “Ébano”, en el que publica sus experiencias como corresponsal en África. En este excelente trabajo, Kapuscinski hace mención a los adelantos tecnológicos que permiten esta situación y ejemplifica que un fusil Mauser utilizado en la Segunda Guerra Mundial era demasiado grande y pesado para una criatura, pero que las nuevas armas automáticas están diseñadas de tal manera que cualquiera puede manejarlas.Las razones de esta elección macabra no pasa solamente por una cuestión demográfica. Estos niños, por su corta edad, carecen de sentido de supervivencia y se lanzan a las misiones más arriesgadas sin reparar en los peligros que ellas entrañan. De esta manera, las guerras toman una forma más brutal y sangrienta que cualquier otra. Además, son útiles a los señores de la guerra por su lealtad y falta de dilemas éticos a la hora de atacar.El caso de la guerra civil en Sudán es paradigmático. En el conflicto que se extendió entre 1956 y 2005 (aunque con una tregua de seis años a comienzos de la década del ‘80) entre los árabes del norte, dueños del gobierno central de Khartoum, capital del país, y la población negra del sur, se estima que participaron entre 25 y 60 mil menores de edad entre ambos bandos.En Liberia, país en el que la guerra civil tuvo su desarrollo entre 1989 y 2004, el gobierno de Charles Taylor fue denunciado por proporcionar entrenamiento militar a menores. Esta denuncia fue realizada por Kimmie Weeks, un activista liberiano de apenas 17 años de edad que experimentó desde pequeño los horrores de la guerra y que en represalia debió sufrir varios intento de asesinato en su contra.Los casos se suceden unos a otros, país a país. La organización Child Soldiers reporta casos en Burundi, donde durante 2006 había chicos de entre 10 y 16 años tanto en el ejército rebelde como en las fuerzas del gobierno. La República Democrática del Congo fue testigo de unos 30 mil niños soldados. En Ruanda, Costa de Marfil, Uganda o Chad el fenómeno se repite pero a menor escala.Sin embargo, el caso más ilustrativo que reporta Child Soldiers es el de Somalia donde el número asciende a 200 mil desde el colapso del gobierno central, en 1991, y la posterior guerra civil. Las distintas facciones usaron sin ningún tipo de escrúpulos a estas criaturas en pos de sus intereses.Con el final de estos enfrentamientos en la última década, el drama de los niños soldados no ha terminado ni mucho menos. Miles de muertos y otros tantos heridos, discapacitados o mutilados forman parte de una pesada herencia que deberán soportar las generaciones futuras en el más postergado de los continentes. AutorIgnacio Genisignacio@medioslentos.com