Inmigración latinoamericana: una historia de encuentros y desencuentros


Inmigración latinoamericana: una historia de encuentros y desencuentros

Las corrientes inmigratorias en Argentina a partir de la década del 50 estuvieron compuestas mayormente por ciudadanos de países limítrofes, a diferencia de lo que había ocurrido a principios del siglo pasado. Hoy, pese a las crisis y la falta de políticas sobre el tema en nuestro país, ellos intentan adaptarse a una sociedad que los hizo blanco de discriminación y xenofobia.Desde el último cuarto del siglo XIX, nuestro país se convirtió en el receptor de oleadas de europeos que huían de las crisis económicas y las guerras del Viejo Continente. La política oficial alentaba este proceso por la necesidad de habitar y colonizar las tierras que habían sido arrebatadas a los pueblos originarios durante la Campaña del Desierto.De esta manera, la población extranjera que en 1869 era del 12% trepó a un 30% en 1914. Ya en 1904, la revista Caras y Caretas se preguntaba como sería el argentino del porvenir, realizando un fotomontaje con imágenes de lo que consideraba un criollo, un francés, un italiano, un español y un inglés medio. La revista llegaba a la conclusión de que el resultado de estas oleadas inmigratorias harían del argentino el ser más cosmopolita conocido hasta ese momento.Terminada de la Segunda Guerra Mundial, el flujo de europeos que llegaba al país se cortó abruptamente. Pero las oleadas inmigratorias continuaron, en menor medida, con la llegada de latinoamericanos. La colectividad paraguaya es la más grande y según estadísticas del Centro de Estudios Migratorios de América Latina (C.E.M.L.A.), uno de cada tres inmigrantes de países limítrofes es de esa nacionalidad. El censo realizado en Argentina en 2001 registró poco más de 300 mil paraguayos aunque los datos del Consulado de ese país hablan del doble.Para la misma época se empezó a dar la primera llegada importante de bolivianos que, por lo general, se empleaban en trabajos agrícolas y, a diferencia del caso paraguayo, no era muy común que se instalaran en Buenos Aires y sus alrededores. Recién en las últimas décadas se pudo advertir una mayor cantidad de bolivianos en el área metropolitana, hay una importante colectividad en Escobar, al norte del Gran Buenos Aires. Los datos del censo de 2001 son bastante diferentes a comparación de las cifras extraoficiales: Menos de 250 mil contra más del millón y medio que informan distintas organizaciones de derechos humanos en Bolivia.La colectividad peruana es bastante menor a las otras dos mencionadas: 90 mil, según el censo, frente a los 130 mil que calcula la Cancillería de Perú. También se diferencia porque empezaron a llegar en forma sostenida recién a mediados de los 80 y por lo general se radicaron en zonas de la Capital Federal.En la década del 90, en pleno apogeo de la convertibilidad y en un contexto en el cual el resto de las monedas de la región estaban fuertemente devaluadas, Argentina se presentaba como una opción tentadora para emigrar. La mayoría de quienes llegaron en esos momentos enviaban parte de sus sueldos a sus países de origen, beneficiados por el cambio.Lizbeth Camacho llegó con su familia desde Bolivia en 1995, cuando ella tenía sólo 5 años. “El peso boliviano estaba devaluado y una de las únicas actividades en que se podía trabajar era la agricultura. Mis padres llegaron con la propuesta de trabajar en una verdulería de Buenos Aires, pero los dueños no cumplieron con los sueldos acordados. Por suerte, a través de una clienta de la verdulería nos enteramos que estaban tomando personal en una siderurgia de San Nicolás y fuimos hacia allá”, recuerda Lizbeth, quien agrega que sus padres aún están radicados en la misma ciudad mientras que ella, ahora, está otra vez en Buenos Aires y se nacionalizó argentina aunque aclara que se siente boliviana y que pese a las malas experiencias iniciales, siempre se sintió bien recibida en el país.Pese a que la opinión de la mayoría de los inmigrantes coincide en que el trato con el argentino es en general “bueno” y no se advierten más que casos aislados de xenofobia y discriminación, éstos existen. Es común escuchar en cualquier estadio de fútbol en el que juegue Boca Juniors que la hinchada rival realiza cantos con tono peyorativo como “son de Bolivia y Paraguay” o “en el barrio de La Boca viven todos bolivianos” entre otras, que son repetidas por miles de personas cada fin de semana.En septiembre de 2008, el presidente de Gimnasia de Jujuy, Raúl Ulloa, denunció que el arbitro Saúl Laverni había llamado “bolivianos” a los jugadores de su club durante un partido frente a Argentinos Juniors. También es conocido el caso de la desaparecida revista “La Primera”: en su tercer número mostró como nota de tapa “La invasión silenciosa”, donde afirmaba que: “Ya son más de 2 millones. Les quitan trabajo a los argentinos. Usan hospitales y escuelas. No pagan sus impuestos. Algunos delinquen para no ser deportados”, en alusión a los inmigrantes llegados de países limítrofes.Pero las razones para optar por Argentina a la hora de migrar son bastante diferentes a las expresadas por la revista que dirigía Daniel Hadad. “Yo elegí Argentina porque la educación es bastante accesible y lo más importante es que uno puede trabajar y estudiar al mismo tiempo, algo que no se puede hacer en Perú”, resume Tatiana Estrada quién a diferencia de Lizbeth sí sufrió episodios de discriminación, aunque considera que es algo que pasa en todos lados: “Yo sufrí discriminación en mi propio país”, concluye Tatiana.En 2004, se promulgó una nueva ley de migración que sustituye a la anterior, sancionada durante la última dictadura militar. El nuevo texto, reglamentado en los últimos días, fue presentado por la presidente Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada, donde remarcó que a diferencia de la anterior norma, esta fue reglamentada con la colaboración de entidades no gubernamentales que luchan por los derechos de los inmigrantes frente a la discriminación y a favor de su inserción en la sociedad. Una sociedad que en gran medida los discriminó, olvidando sus propias raíces inmigratorias.Por Ignacio Genizinfo@medioslentos.com