Generación Pauta


Generación Pauta

Como nacional y natural de Puerto Rico (y, por ende, residente en un vulgar territorio de los Estados Unidos de Amerikkka), estoy expuesto en mi vida diaria a una cantidad considerable de referencias culturales de la potencia metropolitana de…(Leer Más)

 

Generación Pauta

{metadata}

Como nacional y natural de Puerto Rico (y, por ende, residente en un vulgar territorio de los Estados Unidos de Amerikkka), estoy expuesto en mi vida diaria a una cantidad considerable de referencias culturales de la potencia metropolitana de la que somos colonia. El término “Me Generation” me es, por ende, familiar. La “Generación Yo” es el término con el que se denomina a los nacidos en los Estados Unidos entre enero de 1946 y diciembre de 1966 – los llamados Baby Boomers.

Este artículo trata de un fenómeno cultural actual, muy similar, esta vez de alcance mundial, que trasciende las fronteras estadounidenses, y que –por falta de un mejor nombre- me ha dado por bautizarle “Generación Pauta.”

Antes de abundar sobre la Generación Pauta, sin embargo, permítanme hablar un poco sobre su predecesora, la Generación Yo. Esa generación –la más numerosa demográficamente en los Estados Unidos, fue el producto directo de la prosperidad económica alcanzada posterior a la Segunda Guerra Mundial. Sus miembros fueron afortunados, en mi opinión. La Generación Yo se abrogó muchísimos privilegios al alcanzar la edad adulta. Creció expuesta a la cultura popular del rock ‘n roll (que tomó fuerza en 1954), y gozó de los avances de la revolución sexual (que comenzó en 1953 con la publicación de la primera edición de la revista Playboy, y explotó con el desarrollo de la píldora anticonceptiva, coincidentemente ensayada en mi país, Puerto Rico). Se logró identificar con múltiples líderes jóvenes que se atrevieron a cuestionar los órdenes establecidos, ya fueran estos sociales, culturales o religiosos. Experimentó con drogas psicotrópicas y alucinógenas, y dedicó buena parte de su juventud a expandir su mente. Comenzó tímidamente a tolerar la diversidad racial, cultural y de género. Al presenciar la primera guerra televisada –la de Vietnam-, se atrevió a cuestionar la otrora sacrosanta reverencia a la Nación y a sus instituciones.

Una vez llegados a la edad adulta, los miembros de la Generación Yo se tornaron individualistas, sibaríticos, e introspectivos. Su adultez estuvo moldeada por duros eventos políticos y económicos (el fin de la guerra de Vietnam, dos crisis energéticas, Watergate, la renuncia de un presidente corrupto, Nixon, que les hizo desconfiados por naturaleza. Estos eventos llevaron a esta generación al escapismo, a los creature comforts (materialismo como estatus), la adopción de modas algo patéticas (los 1970s fueron llamados alguna vez “la década de la que se olvidó el buen gusto”), y eventualmente, al rechazo del liberalismo de mentalidad progresista que personificaba el presidente Jimmy Carter (en mi libro, el presidente más decente que ha tenido esa nación, así los gringos lo percibieran siempre como un pelele). Al llegar a la presidencia Ronald Reagan, actor de Hollywood, mentiroso compulsivo, santo patrón del Neoliberalismo y la total antítesis de todos estos valores, el péndulo osciló al extremo opuesto. Los Estados Unidos se volvieron glacialmente conservadores, en términos sociales, mientras la Generación Yo gastaba dinero –público y privado- como si no hubiera mañana.

La Generación Yo ha alcanzado la vejez, muchos de ellos con ganas de seguir la independencia de criterio que les caracterizó siempre. La sociedad estadounidense actual está regida por sus hijos, la llamada Generación X, que siempre ha resentido la libertad algo ególatra de sus mayores. Sus nietos, los chicos que nacieron entre los tardíos 1980s y los 1990s, son los jóvenes actuales que llegan a la adultez. Y de ellos tenemos que hablar. Ellos componen la Generación Pauta.

En Latinoamérica, los contemporáneos de las primeras Generaciones que mencioné (tanto la Yo como la X) probablemente fueron influenciados por las tendencias culturales que se infiltraron desde el Norte, a través de nuestros medios de comunicación, pero moderadas a través de muchos filtros. La barrera del idioma, el conservadurismo férreo de nuestras propias culturas nacionales, e incluso las políticas de derecha implantadas por dictaduras (en medio continente) o dictablandas (en Puerto Rico) hicieron que cualquier influencia que nos llegara de los US and A fuera, como mucho, una adaptación sui géneris (y a veces una caricatura risible) del original. Sin embargo, hay un elemento no presente cuando ambas generaciones crecieron que vincula mucho más estrechamente la cultura de la generación joven actual de los Estados Unidos con la de sus pares en todo el mundo. Se trata del internet, o más específicamente, las redes sociales.

La Generación Pauta tiene posibilidades muy reales de convertirse en la primera generación verdaderamente global de este mundo, gracias a Twitter, Facebook, YouTube, Tumblr y demás comunidades virtuales. Y los valores globales de tal generación son sorprendentemente parecidos a los de la Generación Yo… pero, esta vez, en esteroides. Son más individualistas que nadie. Son más introspectivos que nunca. Son más tolerantes, más creativos, más sexuales que antes. Son más desconfiados del mundo que les rodea que generación alguna anterior a ellos.

¿Y quién los puede culpar? El mundo globalizado, presa del neoliberalismo depredador, el de marcas comerciales mundiales y celebridades sin otro talento que saberse pautar -nuestro término boricua, que quiere decir venderse a sí mismas como marca (a lo Kim Kardashian o Paris Hilton), tiene muchos males comunes al globo terráqueo entero. La crisis económica manufacturada por el ánimo de lucro en varios centros financieros mundiales (con Wall Street a la cabeza) nos afecta a todos, a unos más que a otros. La posibilidad real de que la generación joven actual involucione económicamente –y progrese menos que la de sus padres- es ya una realidad. La educación post-secundaria, anterior mecanismo de movilidad social, está cada vez más lejos del alcance de grandes masas de jóvenes, tanto en Dublín como en San Juan, como en Santiago. Añádase a eso una atmósfera social donde quien se martilla un dedo en Buenos Aires puede sacarse cuatro carajos que ameriten likes instantáneos en Helsinki, y tendremos un caldo de cultivo para una generación global –con valores sorprendentemente comunes. Que necesita escape. Que no le teme a nada, pero cada vez aspira a menos. Y que se cree con derecho a que el mundo entero la escuche, aquí y ahora -aunque su grito se limite a solamente 140 caracteres.

Mi sospecha es que, a menos que algo frene el proceso de evolución natural de la Generación Pauta, evolucionará igual; el péndulo podrá oscilar en la otra dirección, y a lo mejor terminaremos en pocos años con conservadores férreos iguales o peores a los de los 1970s. Así como debemos defender el acceso a la pauta, o el derecho a pautarse, de la Generación Pauta, Latinoamérica tiene una oportunidad de oro de controlar el efecto del pernicioso efecto de rebote. No queremos volver a los 1970s. ¿O sí?

Es nuestro deber, entre las sociedades latinoamericanas, de minimizar esa desconfianza entre los jóvenes. Si la desconfianza se traduce en abulia, Latinoamérica se corre el riesgo de terminar como mi país, Puerto Rico, donde por delegarlo todo ciegamente a una clase política tóxica hemos terminado tan o más quebrados que Grecia. El progreso económico latinoamericano actual debe traducirse en estrategias de gobierno que concedan la posibilidad de mayor equidad entre nuestros ciudadanos. La educación post-secundaria accesible, sin lucro (y deseablemente gratuita) es uno de esos mecanismos.

Nuestros gobiernos pueden fácilmente adoptar aquellas causas progresistas que los activistas pautosos –ahora con el mundo entero como audiencia- son capaces de adoptar y divulgar. El internet mismo es una poderosísima herramienta contra la corrupción –cuando las maniobras de gobiernos nacionales y locales son rigurosamente expuestas en línea, a la vista de todos. Es cierto que los líderes nacionales y locales, confrontados cada vez más minuciosamente por los pautosos, estarán obligados a cernir el grano de la paja –y yo espero que no gobiernen basándose en la paja. Ese, sin embargo, es el precio a pagar por gobernar en estos tiempos.

Sí, tenemos una generación joven, la Generación Pauta, a la que le envidiamos múltiples libertades, sobre todo su acceso directo a la información instantánea. El mundo les ha fallado hasta ahora, abrumándolos con un panorama económico y social poco alentador. Dejémosles crecer, asistámoslos en su crecimiento… pero no permitamos que la desconfianza y la desigualdad los insensibilicen.  Ellos tienen derecho a ser la Generación Pauta… no unos Wannabí Generación Yo 2.0.

Fiquito Yunqué