El Nuevo Orden Mundial, parte III: Bandera Falsa, la luz verde para el comienzo de las guerras


El Nuevo Orden Mundial, parte III: Bandera Falsa, la luz verde para el comienzo de las guerras

 Por Rafael García PalavecinoAunque es una estrategia militar que data de la época de Marco Polo -en China-, en nuestros días, también se pueden encontrar los rastros de una mano en el interior coordinadora de eventos catalizadores de guerras. Sobre todo, si se pone la lupa en los más recientes. «…fue solo confusión. Y las evidencias que surgieron después, mostraron que nuestra conclusión de que fuimos atacados ese día, era equivocada, nunca pasó.» –Robert Mc Namara, Secretario de Defensa de Lyndon Johnson, hablando del atentado del Golfo de Tonkin que disparó la invasión a Vietnam.. (Documental Fog of War).La necesidad de guerra y revolución para la generación de un nuevo orden mundial tiene este puntapié inicial. El fervor de la «opinión pública» para la aprobación de medidas antidemocráticas y bélicas tiene origen en erupciones de violencia y atentados que dejan perplejos a quienes observan su consumación, tal como pasó el 11 de septiembre de 2001.Entonces, para cambiar la perspectiva sobre los atentados terroristas, hagámonos varias e incómodas preguntas. ¿Cómo pueden los «terroristas» ejecutar planes tan finos con financiamiento, entrenamiento, coordinación y tecnología sin ser detectados por el Gran Hermano? ¿Por qué justo los más beneficiados de tan sangrientos hechos son las multinacionales que logran concesiones sobre los recursos de los países invadidos? ¿Y por qué los más castigados son el «común de la gente», a quienes les absorben las libertades civiles en aras de mayor seguridad?La construcción de esas preguntas no tienen un invento o consideraciones fantasiosas y en su origen se encuentran las medidas y los trazos que quedaron registrados con tinta de máquina de escribir, perdidas entre los archivos.El ejemplo más estremecedor es Operación Northwoods, en el cual el lector podrá verificar con un documento original en el monitor de su PC la iniciativa de los altos militares del gobierno de John F. Kennedy en armar un atentado para luego invadir Cuba, pero que jamás se ejecutó.En el archivo, se pueden encontrar varios puntos de sugerencia que indican las posibles alternativas para generar un «shock en la opinión pública mundial» que luego apruebe una invasión a la isla de Castro.Las siguientes extracciones del documento son una delicia para las mentes conspirativas: «…podemos desarrollar una campaña de terror comunista en Miami, otras ciudades de Florida y hasta Washington (…) y podemos hundir un buque lleno de cubanos con destino a Florida -real o simulado (sic)- (…) o también hacer explotar bombas plásticas en puntos cuidadosamente seleccionados y arrestar agentes cubanos, con documentos que servirían de prueba para demostrar la irresponsabilidad del gobierno de Castro». Ciertamente, con un documento de esta índole en mano, uno ya no sabe qué pensar.Años más tarde, con Kennedy ya asesinado y con Lyndon Johnson en el salón oval, el atentado del golfo de Tonkin, al cual hace referencia la cita de arriba de Mc Namara, obligó a miles de jóvenes que pocos días atrás habían disfrutado del legendario Woodstock a ir a la guerra de Vietnam. El video que sostiene la cita del Secretario de Seguridad, es del documental “Niebla de Guerra”, en el cual se reproduce la grabación entre militares que intentaron verificar si realmente habían sido atacados por vietnamitas. El resto es historia.El que tiene mayor similitud con el más grande de los atentados de toda la historia es el incendio del Reichstag alemán (parlamento) que en 1933 dio a luz al totalitarismo Nazi y que llevó a Hitler a invadir Polonia. Tras ese hecho, en el que culparon a un «comunista» que encontraron desnudo dentro del edificio, se aprobaron medidas de espionaje interno similares al Acta Patriótica de los EEUU e instituciones de vigilancia como lo es el Homeland Security, si les suena… doctrina de la seguridad nacional.Como dije antes, el incendio del parlamento alemán tiene muchas similitudes con el más grande y masivo de los atentados terroristas. No hace falta decir que hablamos del 11-S, en el cual la historia oficial registró que 19 árabes secuestraron aviones comerciales con trinchetas de plástico para estrellarlos en los principales centros del poder del imperio. La caída de las torres abrió las puertas de una guerra a gran escala en medio oriente, con excesivo gasto del presupuesto y con la incineración de las libertades constitucionales.Podemos darle la razón a los que opinan que la historia se repite, sobre todo si leemos una frase registrada en un documento de 1999 «Reconstruyendo las Defensas Americanas», del Think Tank neoconservador PNAC: «Además, el proceso de transformación, incluso si trae cambios revolucionarios, es probable que sea a largo plazo, de no existir algún acontecimiento catastrófico y catalizador – como un nuevo Pearl Harbor»