El nacimiento de un periodista de las entrañas de un comediante


El nacimiento de un periodista de las entrañas de un comediante

Por Rafael García PalavecinoA Charlie Skelton se lo podría recordar en la historia de la literatura -tal como a Truman Capote o Tom Wolfe, padres de la no ficción- como el inventor de un periodismo de riesgo y autoreferencial. En realidad este exagerado galardón no es para tanto. Pero sí lo es su historia.Al comediante británico Charlie Skelton le encargaron un trabajo «light»: cubrir la reunión de Bilderberg en Vougliameni, Grecia, con una postura cómica, sarcástica y burlona de los teóricos de la conspiración para el periódico de mayor tirada de europeo: The Guardian.Claro, es su trabajo. Hacer reír a la gente. Sin siquiera vacilar, Skelton tramitó su pasaje, planchó sus camisas de verano y partió rumbo a Grecia pensando ya en algunos de los chistes que podría ir tirando en su primer ensayo de la ronda en el periódico.Cabe destacar que ningún medio del mundo cubrió la reunión del Bilderberg, sólo algunas líneas en el Wall Street Journal donde graciosamente destacan que Tim Geithner se reunirá en una no-tan- secreta-reunión. Lo más cercano a una cobertura fue un intento de parodia cómica por parte del Guardián inglés. Intento que falló.Charlie finalmente llegó a Grecia en donde se chequeó en su hotel al sur de Atenas. No se podía quejar, estaba en una de las mejores playas del mundo y en plena temporada. Sin embargo, tenía que trabajar.Las primeras líneas que esbozó en su ronda de notas titulada «Nuestro Hombre en Bilderberg» atenuaron cualquier esperanza de los conspiranoicos de encontrar detalles en su relato. Skelton, con fino sarcasmo exageró el ambiente de intriga que despertaba la víspera de una nueva reunión, incluso con el toque de suerte que recibió al haberse encontrado al investigador del grupo Bilderberg, Jim Tucker, con quien compartió unos cigarrillos.»Dia 2: Cerca pero sin reunión todavía», tituló Skelton, quien empezó a avistar un fuerte operativo de seguridad por parte de agentes con ametralladoras y «señores de lentes negros» en los alrededores del Astir Palace Hotel. «¡Bilderberg está aquí señoras y señores!», exclamaba en su artículo el cómico al que ya no le empezaba a hacer gracia el despliegue policial.Ya eran molestas las miradas sospechosas de los «hombrecillos de las varas con espejitos en un extremo» (de las que se usan para ver si hay bombas debajo de los autos) y de agentes no identificados. Charlie tomó una foto del hotel donde se reunirían los invitados de Bilderberg, cosa de la que luego se arrepintió. El estrés lo empezó a inquietar. Y todo por ese hombre de la vara espejada junto a otro… con una ametralladora, que le quitó su cámara de fotos.»Preséntenme cargos o déjenme ir», gritó Skelton en la estación de policía griega en donde fue demorado… -así es- por tomar una simple foto. «¡Borre las fotos y se podrá ir!», le dijo la policía de la estación. Una vez fuera, Charlie, ofuscado se dirige a su hotel mientras ve llegar limusinas al Astir Palace con aún más seguridad y con aún más agentes, armados hasta los dientes. «¿Señores con metralletas en la puerta del Astir Palace? No, no hay nada que reportar en eso. Qué… ¿Se hace una nueva reunión de Bilderberg? Ah no, tampoco hay nada para reportar ahí. Pero… ¿Qué no es Susan Boyle limpiándose las cejas? ¡Eso si que es noticia!», comentó Skelton con un furioso sarcasmo en uno de sus artículos.El muchacho empezaba a darse cuenta que Bilderberg era cosa seria. Su teléfono comenzó a sonar de la producción del programa de Alex Jones en Texas (el más escuchado programa de Internet). Alex es un periodista de investigación polémico en los Estados Unidos y precisamente es el tipo de investigador del que Skelton pretendía mofarse en sus columnas.»Hermano te digo que le saqué una foto a mi cuarto, no se por qué lo hice, pero le saqué una foto a mi cuarto antes de retirarme de él y cuando volví, comparé la foto con lo que me había encontrado y de seguro alguien estuvo hurgando mis cosas», contó asustado Skelton, quien ya empezaba a ser vigilado por los agentes a los que él llamó «Nick» y «John». «Esto ya es demasiado», reconoce Skelton.A menos que a «Nick» y a «John» les agraden los británicos al punto de querer deleitarse con su humor inglés en una noche de parranda, no tenían porqué seguirlo.»Quiero contar la historia de como terminé gritando por ayuda en la estación de metro de Atenas a las 8 de ayer», abrió Skelton una crónica de cómo había sido seguido por agentes sin identificación quienes le pidieron información personal y documentos.»Creanme cuando digo que me siento físicamente intimidado y con miedo; acabo de tener una zambullida a la pileta del Estado Policiaco y el agua me llega a la cabeza», graficó el humorista su temor que tapó toda intención de realizar una columna graciosa. Es un sapo de otro pozo, siente que ha travestido al periodismo en los seis días en los que dijo «perder la inocencia». «Vine a Bilderberg a reírme de lo que había escuchado acerca de esta reunión y terminé haciendo una cobertura», reconoció Charlie, que también contempló pagarle una propina de 20 euros al botones para que vigile la puerta. Sin soportar más la situación, Skelton empieza a tomarse en serio a Bilderberg, mucho más que antes.Detrás de los muros del Astir Palace, unos hombres estaban decidiendo el futuro, uno no muy agradable, y él pretendía reírse de ello. «La exposición es el peor veneno de una elite que no quiere ser expuesta», teoriza Charlie Skelton en un artículo en el que llama a la acción. «Pidan a su periódico que cubra Bilderberg el año que viene, o a un diputado que habla de ello en el congreso».Conservando algunos granos de sentido del humor, a Skelton le quedó una opinión «sólida como el diamante» de que debemos «luchar, luchar, luchar, luchar, luchar, luchar ahora -en este instante- en este segundo, con cada centímetro cúbico de nuestras almas, para detener las cedulas de identificación con chip.»El hecho de que portarse bien, no debería preocupar a la gente de ser detenida por la policía, es una mentira burda», señala. «La responsabilidad de portar una identificación es condicionante de ser o no un ser humano», «la cedula a chip nos convierte de ciudadanos en sospechosos, es más fácil conservar información dentro de un dispositivo que puede ser leído en cualquier momento. ¡Es mucho más eficiente!», exclama en sus últimas líneas.Consternado, fue otro Charlie Skelton que volvió a Reino Unido con un mensaje, quizás con el único que refiere a los planes de una elite que busca expandir y consolidar poder. «El año que viene, si los medios no cubren Bilderberg, entonces nosotros, los ciudadanos debemos hacerlo con medios gestionados por el público. Encuentren las cámaras con los lentes más potentes que tengan y únanse a nosotros para cubrir Bilderberg en 2010. Ni idea donde será, pero seguramente saberlo no nos costará».ReferenciasÍndice de la cobertura de Charlie Skelton para The Guardian