El guante de Thanos


Héctor Pesquera, Comsionado de Segurodad de Puerto Rico hasta el pasado 30 de abril de 2019.

A Puerto Rico, mi país, lo quieren borrar del mapa. Quienes lo proponen, lo están logrando. Poco a poco, la desaparición de Puerto Rico para casi todos los efectos prácticos se está concretando. No es exageración. No es hipérbole.

Con el mero chasquido de dedos de parte de los poderosos -algunos siendo los privilegiados de siempre, otros siendo los invitados a depredar al país por invitación- una constelación de personajes siniestros se alinea para desaparecer a Puerto Rico, como nación y como entidad política, de la faz de la Tierra. Estos individuos quieren dejarle saber al mundo que Puerto Rico, esa colonia otrora “puente de las Américas,” que alguna vez, de forma arrogante, reclamaba ser “lo mejor de dos mundos” o “el continente de Puerto Rico” (¡Ambas frases lemas gubernamentales oficiales!) pronto será irrelevante para Latinoamérica, para el Caribe, para el mundo.

Hay precedentes para lo que menciono. El reino de Hawai’i, otrora nación soberana a finales del siglo 19, es hoy día un estado de los Estados Unidos. Desde entonces, con su monarca encarcelada, su país sometido por la Armada estadounidense, su población trasculturada, sus nativos forzados a la relocalización y al exilio, su territorio fortificado, y su militarización intensificada luego del ataque japonés a Pearl Harbor en 1941, ahora es mayormente una colonia de veraneo, un archipiélago aparcelado para el disfrute de los acaudalados que compran propiedades allí, incluso islas enteras. Es además un lugar donde cada vez hay menos población nativa, cada vez más precarizada. Y justo cuando el mundo creía que tales imposiciones no eran probables en el siglo 21 del planeta Tierra, casi exactamente la misma receta se le está aplicando a otro archipiélago, el Hawai’i 2.0 del Caribe.

Es sabida de ustedes la tragedia que causaron los huracanes Irma y María sobre Puerto Rico en 2017. Es sabido, no solamente el impacto en términos de vidas humanas (al menos 1.800 víctimas) y en la psiquis de un país entero, sino también el desdén con el que la administración del presidente estadunidense, Donald Trump, ha tratado a la colonia en la que alguna vez hizo negocios como magnate inmobiliario. Lo que no sabe el mundo es el impacto posterior de lo que tanto estos fenómenos naturales como la quiebra del país por culpa del clientelismo voraz, la corrupción, y la ineptitud crasa de sus administradores, han tenido sobre los puertorriqueños.

El “genocidio light” de Puerto Rico comienza por los niños. Estudios recientes sugieren que uno de cada diecisiete niños tiene síntomas de Síndrome Post-Traumático luego de la emergencia por los huracanes. La cantidad de niños bajo el nivel de pobreza alcanza casi el sesenta por ciento. A los niños puertorriqueños se les han cerrado más de 300 escuelas, bajo el pretexto de maximizar recursos en un país que ha perdido 100 mil habitantes por emigración en dos años, y privatizar la operación de algunas de las que quedan. Los financiadores de algunos de estos esquemas de privatización obtendrán alivios contributivos substanciales bajo los códigos de rentas internas de los Estados Unidos, así que la privatización de colegios se promueve con ánimo de (bastante) lucro.

Un ex-candidato a gobernador es miembro de una de las ONGs que pretendía pagar el salario de la ex-secretaria de Educación fuera de la nómina gubernamental. La secretaria tuvo que dejar su puesto repentinamente a raíz de una investigación sobre posibles irregularidades al conceder estos contratos y buscar suplementos a su ya exhorbitante salario de $250 mil dólares al año. Cuando la prensa descubrió que el principal facilitador de la privatización de escuelas era el hermano mayor del actual gobernador, Ricardo Rosselló, las excusas oficiales cambiaron cuatro veces en cuatro días.

El genocidio “light” sigue con los jóvenes. Las alternativas de progreso para los jóvenes, el estudio y el trabajo, se han precarizado también. Los costos por crédito universitario en la Universidad de Puerto Rico (UPR), la universidad pública que alguna vez albergó a tres premios Nobel, se han triplicado, equiparándolos casi a los de universidades privadas. A la Universidad se le han retirado $84 millones de dólares de presupuesto. Las entidades acreditadoras estadounidenses dieron un plazo de un año a la UPR para que justificara por qué no retirársele su acreditación. El recientemente nombrado presidente de la UPR, otro burócrata con sueldo astronómico ($240 mil dólares anuales), jura que no pretende desmantelar la universidad. Profesores, estudiantes, empleados y jubilados de la UPR protestan por recortes insistentes a sus ofrecimientos y beneficios, mientras que el gobernador Rosselló sugiere abaratar los costos universitarios ofreciendo cursos en línea en Internet, probablemente dando a los subscriptores la opción de subsidiar la educación otorgando vales gubernamentales que, en teoría, solo las universidades privadas están preparadas para honrar.

En el renglón del trabajo, las ofertas escasean, y la liberalización de las leyes que regulan las condiciones de oferta de empleos implica que profesionales con grado universitario ahora ganen salario mínimo, y puedan ser despedidos luego de nueve meses sin recibir beneficios. El gobierno pretende potenciar el turismo como principal renglón de la economía, pero el aburguesamiento de la zona colonial del Viejo San Juan y de las áreas aledañas a playas y bosques naturales está convirtiendo estos lugares en dormitorios de turistas y residencias de millonarios extranjeros, que pueden economizar una cantidad substancial de sus impuestos si residen en Puerto Rico más de la mitad del año. Algunos de estos extranjeros ahora pretenden que la isla municipio de Vieques, que fue sometida a ejercicios bélicos por parte de la Armada estadounidense y de docenas de gobiernos extranjeros -incluyendo pasadas dictaduras latinoamericanas- durante casi 60 años, sea desligada de Puerto Rico, y pase a ser un territorio de administración directa estadounidense.

La Junta de Control Fiscal, la troika estadounidense que realmente gobierna el país, sugirió alguna vez recortar el salario por hora de los jóvenes menores de 25 años en unos tres dólares menos por hora. Es la misma Junta que pretende ahora recortar las pensiones de jubilados del gobierno en al menos diez por ciento. Es la misma junta cuya administradora, anterior ministra de finanzas de Ucrania, gana $625 mil dólares al año.

El resultado de todo esto es un éxodo de jóvenes (junto a sus familias enteras en algunos casos) en su edad más productiva. La edad promedio del puertorriqueño residente en nuestro archipiélago ahora alcanza los 36 años, y en algunos municipios boricuas, llega a los 42 años.

La oferta cultural se precariza también. Solo uno de cada cinco museos públicos está en condiciones de mantenerse abierto. Las emisoras de radio y televisión estatales están a punto de ser vendidas. A la UPR le cerró su principal semanario impreso de noticias; un comediante es ahora director del noticiario de su emisora de radio. El Instituto de Cultura Puertorriqueña ahora alquila monumentos del gobierno para actividades privadas, incluyendo el reciente alquiler de un fortín para la presentación de automóviles Lexus. En fin, lo que nos define como nación se echa a perder, inexorablemente.

Finalmente, el desprecio, antes solapado, que tenía el gobierno estadounidense por su colonia más lucrativa, Puerto Rico, se convierte ahora en hostilidad abierta. El presidente de ese país, Donald J. Trump, se niega rotundamente a paliar los efectos de las emergencias atmosféricas de 2017 y los efectos de la crisis económica de Puerto Rico. Trump dice que a Puerto Rico ya se le ha dado demasiado dinero.

Si el lector detecta algo, es la misma receta, la misma medicina amarga aplicada a los países de Latinoamérica cuando los intereses neoliberales toman el poder en cada uno de nuestros países: la privatización de los activos públicos, la socialización de la miseria, y el acaparamiento de las ganancias de tales actividades en las manos de capital ausentista. Se pretende pagar la deuda pública -que alguna vez financió la corrupción y el clientelismo en el pais- a fondos buitres, incondicionalmente, con poca o ninguna auditoría, y con poca o ninguna quita. Los que ejecutan estos días planes son efusivamente remunerados. Al vaciar el pais, sobre todo de gente joven y productiva, se eliminan posibles focos de resistencia al cambio. Los que queden, son reprimidos en toda oportunidad que tienen los ciudadanos para protestar. No es raro ver sesenta policías equipados para repeler motines, protegiendo el Capitolio de San Juan para un discurso del gobernador, el mismo día en que tres turistas son asaltados a pocos metros de distancia. El veinte por ciento de los asesinatos son aclarados. Los comisionados de seguridad del país -el saliente y el entrante- están más ocupados en proteger propiedad privada y gubernamental, y menos inclinados a proteger a la gente a la que están supuestos a servir.

Al momento de escribir estas líneas, la película más taquillera en los cines de todo el mundo, “Vengadores: Endgame,” muestra la batalla final de superhéroes tratando de neutralizar las fuerzas del mal comandadas por un supervillano, Thanos, que alguna vez pretendió eliminar la mitad de la especie humana chasqueando los dedos, mientras usaba un guante que le daba poder sobre la humanidad entera. En una entrega anterior de la saga fílmica, Thanos logró su objetivo. Media humanidad se evaporó de forma casi instantánea.

Puerto Rico parece no evaporarse de forma tan rápida, pero dos años de dirigismo gubernamental han logrado lo que 520 años de coloniaje no lograron antes: doblegar la voluntad de un pueblo entero. Si hay alguna enseñanza a aprender de todo esto, es que los ciudadanos de cualquier lugar del mundo no podemos desligarnos tanto de la acción gubernamental hasta que la depredación y la codicia sean factores inevitables de nuestra vida diaria. En momentos en que Nuestramérica entera ve sobre si una ola que pretende arropar al continente entero y devolverlo a tiempos pasados donde la represión y la precarización eran la orden del día, es quizá probable que la primera víctima de esa ola sea el pais que presumía ser el más inmune al chasquido del guante de Thanos: Puerto Rico.

Por: Fiquito Yunqué