Corea: radiografía de un conflicto sin fin


Corea: radiografía de un conflicto sin fin

El hundimiento de la corbeta Cheonan, un barco de la armada de Corea del Sur, y el posterior informe que determinó que el hecho habría sido provocado por un torpedo disparado desde Corea del Norte, desencadenó una nueva escalada de tensión en la zona, que enfrenta a un pueblo divido en dos naciones diferentes desde hace más de 50 años.  Con el final de la Segunda Guerra Mundial y la derrota japonesa a manos de los aliados, Corea corrió la misma suerte que Alemania en Europa, es decir, la división artificial de un país a manos de las potencias vencedoras. El paralelo 38 fue el límite propuesto por Estados Unidos y la Unión Soviética para dividir Corea en una zona sur capitalista y administrada por los norteamericanos, y otra sección norte comunista y bajo el amparo de los soviéticos. A partir de ese momento, la tensión entre las dos Coreas fue una constante que llegó a su punto máximo con la guerra que se desató en 1950 y que constituyó el episodio en el cual más cerca estuvieron las fuerzas soviéticas y norteamericanas de un enfrentamiento armado directo, durante toda la Guerra Fría. El conflicto terminó sin un ganador claro, un saldo de más de dos millones y medio de víctimas entre militares y civiles y con el restablecimiento del paralelo 38 como línea de frontera, que se mantiene hasta hoy. Ningún tratado de paz fue firmado en ese momento, por lo que técnicamente ambos países continúan en guerra. La zona de frontera entre ambos países se convirtió en la más militarizada del planeta y constituye el último vestigio de la Guerra Fría. Allí, en un lugar al que prácticamente no acceden turistas ni periodistas, los soldados del norte y el sur están a un paso de distancia, donde podrían hablar entre ellos e incluso darse la mano si esto no estuviera expresamente prohibido. El régimen norcoreano se caracterizó, desde la división, por su hermetismo. Las muestras de poder en forma de inmensos desfiles militares y por sobre todas las cosas un culto a la personalidad, típico de los sistemas estalinistas, donde la figura de Kim Il Sung primero, y de su hijo Kim Jong Il después, dominan todo los aspectos de la vida. La propaganda oficial interviene hasta con el lugar y fecha de nacimiento del presidente norcoreano: los registros occidentales sostienen que Kim Jong Il nació en un campamento de refugiados que los comunistas coreanos, que luchaban contra la ocupación japonesa, tenían en la Unión Soviética, más precisamente en Viatskoye, Siberia. Esto habría ocurrido el 16 de febrero de 1941. Las fuentes norcoreanas hablan del mismo día pero un año más tarde. Lo curioso está en el lugar y las circunstancias en que el futuro líder de Corea del Norte llegó al mundo ya que, según los libros y videos del gobierno, dos arco iris lo anunciaron mientras él nacía en una base ubicada en el monte Paektu, lugar sagrado para la cultura coreana ya que es considerado cuna de su civilización ancestral. Las libertades individuales en el país son algo desconocido. No existen medios de comunicación más allá de los controlados por el gobierno y se ha llegado al extremo de fabricar aparatos de radio con dial único para poder sintonizar solamente la emisora oficial que realza la figura de Kim Jong Il una y otra vez a lo largo del día. Cuando terminó la Guerra Fría cesó también la ayuda de China y Unión Soviética que a lo largo de cuatro décadas había permitido, gracias a los subsidios agrícolas, lograr cosechas muy superiores a las de Corea del Sur. Los problemas no tardaron en aparecer. Se estima que entre 1997 y 2000 murieron de hambre aproximadamente 200 mil personas, de acuerdo a fuentes oficiales de Pyongyang, aunque las organizaciones internacionales calculan que en realidad la cifra asciende a más de dos millones. En el lado surcoreano, la historia no se desarrolló en el marco de gobiernos democráticos ni mucho menos. Desde la división en 1945, gobernó Syngman Rhee, un férreo anticomunista, incondicional aliado de Estados Unidos y que tras ser acusado de múltiples violaciones a los derechos humanos debió renunciar en 1960 y exiliarse en Hawai, donde murió cinco años mas tarde. Su sucesor, Yun Po-sun, apenas duró poco más de un año en el poder y fue derrocado por un golpe de Estado liderado por el general Park Chung-hee, quien se mantuvo hasta 1979, año en que fue asesinado por los servicios de inteligencia de su propio gobierno. Este período se caracterizó por un proceso de industrialización del país, en especial del sector automotriz, pero también por salvajes represiones contra manifestantes que en repetidas ocasiones se mostraban en contra del régimen y por el establecimiento de un sistema democrático. Sin embargo, no fue sino hasta 1987 cuando bajo intensas presiones de Estados Unidos, se dictó una constitución democrática y se llamó a elecciones. El último dictador de Corea del Sur fue Chun Doo-hwan, quien fue condenado a muerte por ordenar más represiones, esta vez contra estudiantes que reclamaban una democracia real, aunque luego se le levantó la condena. Paradójicamente, durante los años de la Guerra Fría, la relación entre los coreanos del norte y del sur se mantuvo distante pero casi sin riesgos de enfrentamientos armados. Recién en 1994, con la muerte en Corea del Norte de Kim Il Sung, autobautizado como “El gran líder”, y la posterior asunción de su hijo Kim Jong Il, “El querido líder”, determinó no sólo el primer caso de una dinastía comunista, sino además el comienzo de una serie de hechos que provocaron tensión en la península. El desarrollo de armamento nuclear sumado al inmenso gasto en defensa, han llevado a situaciones límite en que la guerra parecía inevitable. Una especie de extorsión diplomática en la cual, la amenaza de fabricación de armas nucleares es usada luego en la mesa de negociaciones para conseguir ayuda humanitaria, lo cual habla claramente de los métodos que utiliza el gobierno de Pyongyang. Hasta el momento, los múltiples incidentes que se vivieron en los últimos años han terminado siempre de manera pacífica, pero el ataque hacia la corbeta Cheonan de marzo pasado, es el peor desde el fin de la guerra y dejó un saldo de 46 víctimas, todas ellas de la marina surcoreana. El tiempo dirá si se trata de un hecho aislado o el principio del fin para la frágil paz entre estos dos países.Ignacio Genizignacio@medioslentos.com