Café y Bossa


Café y Bossa

Por Nicolás MelandriSiendo un amante del café, el hecho de poder tomar litros de él y sentarme a mirar gente es un gran placer. Por un lado, permite explorar con esa faceta antropológica que todos tenemos cuando ocupamos una mesa de un bar y luego nos deja liberar el sociólogo que todos tenemos dentro.Con el culo pegado a una silla y un café adherido a una mano todo lo que pasa frente a mí se convierte en material de análisis. Los gestos, los movimientos, la velocidad en el andar y el volumen de la voz pueden ser las categorías de un lado del cuadro y la vestimenta, el horario, la edad y el sexo las del otro. Así, armo un cuadro de doble entrada que me permite estudiar la conducta humana con un nivel de perfección asombroso que sólo puedo lograr gracias a la fineza que me permite en el análisis la cafeína. ¿Aceptará algún docente universitario este cuadro en alguna de sus cátedras? No me concibo la menor de las dudas.Pero tengo mucho café todavía en este vaso de cartón y una tarde con 15 grados bajo cero para mí mientras espero que me vengan a buscar. Antes de tener que recurrir al reproductor de mp3 empieza escucho el débil sonido de aves y una guitarra. No puedo percibir de dónde y noto que la gente a mi alredor sigue concentrada en sus laptops y celulares.“Manhã, tão bonita manhã…”Manhá de Carnaval, un clásico de la música brasileña inmortalizado en la película de 1959 Orfeus Negro dirigida por el francés Marcel Camus. Ahora entiendo todo. Es la música del local. Luego, más clásicos desfilan entre las máquinas de café, las sillas, los empleados, los clientes y los cuadros de doble entrada. La suerte debe estar de mi lado porque todavía tengo medio café en mi poder.Cuando Elis Regina recita las primeras palabras de Aquas de Março un señor con guantes y bufanda sonríe mientras deja atrás la puerta de entrada. Claro, todos alguna vez la hemos escuchado. Para el pueblo norteamericano, Garota de Ipanema es The Girl From Ipanema y no se discute. Aman esa canción. Tom Jobim enamoró a todos los oídos gringos con su guitarra y cuando se asoció a Dean Martin o Frank Sinatra lo adoptaron para siempre. Un par de cabezas se mecen delicadamente, casi de manera imperceptible, al son de esta canción. Fue el golpe de gracia. Ahora todos quieren tener el CD que contiene la música que hace un cuarto de hora está sonando.Será mi pesimismo habitual, pero no creo que haya algo para comprar. Seguramente es una de esas radios satelitales que tanto se usan acá. Mas la sorpresa que me llevo al ver que una mujer acaba de señalar un CD y por unos billetes verdes se lo dieron me termina de completar la tarde. Los dólares son todos iguales, por lo que a la distancia no puedo adivinar cuanto pagó. Tampoco se si compró la música que suena en el ambiente o los grandes éxitos de The Eagles –después de todo, estoy en Estados Unidos-. Escucho que me llaman y es hora de irme. Con una mano me hacen el tradicional gesto que significa que debo apurarme. No hay tiempo de acercarme a la caja que está del otro lado del local. Con bronca dejo el lugar y me dirijo al auto. Adiós café y Bossa.Días después, antes de ir al aeropuerto una amiga brasileña que vive allí desde hace muchos años me regala dos CDs. Uno es de Adriana Calcanhotto y el otro dice en la tapa “olá Brasil: rythims of joy and longing”. “Un compilado”, pienso al recibirlo. Cuando lo abro veo que es una edición de Starbucks y tiene todas las canciones que había escuchado tardes atrás.1. Manhâ de carnaval2. 2. para machucar meu coração3. desafinado4. mas que nada5. tristeza6. orvalho vem caindo7. aquas de março8. adeus bazucada9. the girl from Ipanema10. amor brasileiro11. só quero ver12. brazil