¡Ay, Dios mío!


¡Ay, Dios mío!

UnoMe estoy quedando sin palabras para expresar lo que veo.  Adopté una expresión que usaba mi madre: ¡Ay, Dios mío!, para ser finalmente casi la única posible. Celeste se dedica a pasar las fotos de la cámara a la computadora todas las noches. En un punto me señala que en las fotos de los últimos días se nos borró la sonrisa, entonces dejamos de sacarnos fotos. En la escalinata del Gath vimos un cuerpo caquéctico estirado longitudinalmente en un escalón con los últimos suspiros de la agonía terminal, solo, abandonado, con indiferencia absoluta de los que pasan al lado. Lo miro de costado mientras sigo bajando escalones como si fuera en un traveling cinematográfico y por ahí abre los ojos y veo la cara del Che muerto, ¡es igual!. Por un momento soy dos, como dice Gelman en un poema. Uno quiere volver, hacer algo y el Otro sigue bajando escalones. Los dos dicen: ¡Ay, Dios mío! Nos miramos con Celeste y pensamos : basta de muerte, es hora de salir, de volver a la vida, de celebrar con los nuestros. Cuando ya no podemos comer, cuando ya no podemos dormir, cuando ya casi nos dejamos de tocar…Nuestro viaje empezó en Roma, no lo pensé como una confrontación de culturas y religión, al menos conscientemente. Aunque podíamos haber arribado por Barelona o Madrid, sin embargo elegí Roma. Viene a la mente el fresco de Miguel Ángel del juicio final, de los que están ahí a la derecha y abajo, en el infierno, con Caronte a los remazos. Aquí los que mueren y son incinerados en el Ganges van directo al Nirvana, salteando el ciclo de las reencarnaciones. ¿Algo así como a la izquierda y arriba del fresco ? Recurro a Dante, (podría decir que estoy en la mitad de la vida, ya que mi padre tiene el doble)  que en la primera parte de La Divina Comedia narra el descenso del autor al Infierno, acompañado por el poeta Virgilio, autor de la Eneida, a quien Dante admiraba. Así comienza:Nell mezzo del cammino di nostra vitami ritrovai per una selva oscuraché la diritta via era smarrita.Ahi quanto a dir qual era è cosa duraesta selva selvaggia e aspra e forteche nel pensier rinova la pavura!Tant’è amara che poco è più morteLas traducciones son diversas e insuficientes. Vale la pena leerla en original, aunque sólo sea por su sonido. Acá van dos traducciones:En medio del camino de nuestra vidame encontré por una selva oscura,          porque la recta vía era perdida.              ¡Ay, que decir lo que era es cosa dura     esta selva salvaje, áspera y fuerte,cuyo recuerdo renueva la pavura!   Tanto es amarga, que poco lo es más la muerte A mitad del camino de la vida,     en una selva oscura me encontraba      porque mi ruta había extraviado.    ¡Cuán dura cosa es decir cuál era  esta salvaje selva, áspera y fuerte  que me vuelve el temor al pensamiento!    Es tan amarga casi cual la muerte No nos acompaña Virgilio, estamos solos.Me vienen los rezos de mi madre: « Dios te salve María llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre: Jesús » Y pienso en Celeste y en su vientre maduro con el fruto de la cigüeña que llegó en París. «Santa María, madre de Dios ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte: Amén»Paseo por el Ganges por sólo 150 rupias, en un bote rotoso y pesado. Ver la muerte y la pira por 150 rupias, arden 300 a 400 diarios en un fuego interminable, eterno, como dice el guía, se usa siempre la misma llama. Pero no es gratis, tiene su costo, y hay diferentes categorías de acuerdo a la madera que se usa. En el Gath algunos se encargan de alimentar la pira, otros están metidos en el agua hasta los genitales y no sé que hacen con una especie de fuentones revolviendo el agua sucia con lo que queda de los cremados y las flores amarillas flotando. Se hace el gesto como de taparse la nariz, debe ser por el impacto visual, que sugiere mal olor, pero en realidad no lo hay. El cuerpo que estaba en la escalinata, si no me falla mi ojo clínico, seguramente ya está muerto.Con la mirada nos decimos «basta de muerte», a salir a recuperar la sonrisa y las palabras, cambiemos los pasajes y aceleremos la vuelta. No es fácil cambiarla, hoy es 29 de diciembre, pero conseguimos pasaje Varanasi-Delhi para el 30 y Delhi-París para el 31, llegando a las 17.45. Clara nos avisa por mail que nos deja la llave del departamento debajo de la alfombra: calle Le Marais, estación de metro Saint Paul. Y nos dice que se va a Marruecos a pasar el fin de año, y nos deja el teléfono de Liliana para que la llamemos y vayamos a recibir el año nuevo a la Cartucherie, al teatro del soleil. ¡Qué mejor manera de volver a la vida! Tan sólo una semana atrás fuimos al teatro del Bouff du Nord a ver la Flauta Mágica de Mozart, versión de Peter Brook, y la última obra de Arianne Mouchkine, «Le Fol Espoir» en el soleil, que trata del comienzo del cine mudo haciendo una obra dentro de otra. La Flauta va a Buenos Aires en septiembre de 2011 y el soleil a Chile, así que a  cruzar la cordillera y no perderlo. Son la 2.30 de la mañana y escucho la bocina del tren, estamos cerca de la estación, como en nuestra casa de Avenida España, el sonido es igual, como si fuera universal,  pero claro, nuestros trenes como los de ellos son ingleses, y la sensación que siento es la misma. Basta haber viajado más de 15 horas en un tren de estos, que parece el más largo y poblado del mundo, para saber que lo único igual es el sonido de la bocina, aquél que mi memoria evoca de los viajes de niño, de los viajes a la facultad en el directo Luján-Once de las 6.09, puntual como tren suizo. Al llegar a la estación nos encontramos con una masa de gente incalculable, mendigos a cada paso, niños, medianos y viejos, sucios, haraposos, desnutridos, mutilados. No se puede caminar. Al llegar a informes nos anuncian que el tren está cancelado. ¿Hasta cuándo? –Indefinidamente. ¡Ay, Dios mío! Y no es miedo, porque percibimos que nos pueda ocurrir algo. No encuentro la palabra para expresar lo que puedo llegar a sentir de quedar varado ahí en esa enorme masa, sin techo, sin comida, a la intemperie y sin destino (esto lo digo por nosotros). Por suerte el taxi estaba esperando y después de un viaje de 15 minutos por Agra nos lleva a una agencia de viajes, ubicada detrás de unos escombros, imposible de hallar por nuestros medios. No entiendo nada. Apelo a mi caballito de batalla en este viaje: I`m sorry. My english is not very fluent, you speak slowly. Ahí nos empezamos a entender, su amabilidad me tranquiliza. There are two options, one: fligth to Delhi, que rechazo porque no retrocedería jamás, u opción dos: nos propone trasladarnos a otra localidad, a 120 km en auto, 2.000 rupias y cambiar el pasaje de tren por otro común en sleeper class abierto, en vez de un camarote cerrado como el que teníamos. El sleeper es un vagón convertido en una especie de barraca rodante con literas. Faltan 4 horas para la salida del tren, es nuestra única oportunidad de salir. ¡Lo tomamos! Nos parece que ir hacia adelante es la mejor opción y recuperamos optimismo. Todo va a ser mejor. Estamos con hambre, venimos de ver el Taj Mahal por la mañana, que es más atractivo en la foto, en definitiva es un palacio mortuorio en honor a una princesa, etc. etc. Ahí la historia perdió interés para mí. En fin, tenemos que esperar que preparen el auto, media hora nos dicen. Se me ocurre que podemos tomar el primer mate en territorio indio. El señor me ofrece té o café. Le digo que prefiero agua caliente, mejor aún si puede ser mineral. No sé si me ve cara de desesperación o qué, y me ofrece calentarla por mis medios. Compramos unas galletitas, Celeste va al baño (un decir), y empezamos el viaje tomando unos ricos mates con galletitas dulces tipo duquesa de las nuestras. Por supuesto Celeste les encontró la fecha vencida, pero las comimos igual. El viaje empezó a los bocinazos y a los zig zag permanentes esquivando gente, bicis, motos, vacas, camiones, y todos pugnan por meter la trompa primero, pero ya estábamos acostumbrados porque habíamos hecho tres viajes de 6 horas por carretera. Pero este tiene mas vértigo y a meta bocina. El camino es una autopista como la del Oeste, doble mano, pero con la particularidad que entran una cantidad de artefactos de distinta categoría, el stress sobreviene en el tramo de una sola mano, donde todos quieren pasar y pasan. Hay contramano permanente al filo del roce, es incomprensible entender porqué no nos hacemos torta de frente (o de costado). Llegamos con tiempo a tomar el tren. El sleeper es como una barraca rodante con literas, que desde el piso al techo entran de a tres. A mi me tocó la de arriba, a unos 30 cm del techo y a Celeste la de abajo, y en el medio de los dos, como sándwich, un hindú. Enfrente nuestro teníamos seis de esas literas, nosotros los únicos extranjeros. Los hindúes occidentalizados te miran sin pestañear, fijo tipo estatua, y se van sumando. Parece que te van a comer crudo, sobre todo a Celeste, pero no, no pasa nada, no se la comen. Ya lo hemos comprobado en varias ocasiones. El viaje de 620 km a Varanassi dura como 14 hs, sin comida, sin agua, nos acurrucamos y dormimos como pudimos a pesar del frio, los ronquidos y las toses diversas y constantes, pero luego de la desazón de la cancelación del viaje, estábamos aliviados porque queríamos salir de Agra. Y ¡Ay, Dios mío! estábamos saliendo.  A partir de ahí no nos abandonó nunca la sensación y el deseo de seguir saliendo. Cada vez nos aproximábamos más a la muerte y queríamos salir a la vida. Finalmente llegamos a Varanassi al mediodía. Nos avanzan y apabullan de a decenas para llevarnos a un hotel, aquí o allá. Zafamos como podemos y vamos a informes, nos dicen que nuestro hotel está cerca y que tomando un toc toc podemos llegar. Llegamos al hotel, en la puerta una persona disfrazada de sultán me recuerda el cuento de Alí Babá y los 40 ladrones, traje blanco sucio, gorro rojo, le falta la espada, saluda con una veña castrense.Nunca experimenté algo masivo de esta manera, personas y personas y personas, cientos, miles, creo que se puede caminar una cuadra y cruzar miles a pie, en moto, en bici, en carro, en auto, en toc toc, hindúes, orientales, musulmanes, hindúes occidentalizados, chicos que salen de la escuela con uniforme inglés. No entra un alfiler parado en las calles, mercadeo de todo tipo, higiene precaria o inexistente en la preparación de fritos, bollos, cuadraditos de coco llenos de moscas, leche mezclada con diversas cosas; y las vacas que aquí no pastan sino que basurean.No tenemos vuelo a Katmandú  hasta el 30. Nos tenemos que quedar tres días en Varanasi, ciudad sagrada. El primer día fue duro, el segundo durísimo. En realidad fue una réplica del anterior, pero no hay pausa, una pequeña tregua de oxígeno que nos permita recuperar energía física y mental. Le escribo mail al amigo Alonso, que estuvo hace unos meses. Me aconseja: ponete neutro. “Neutro”, digo. “¿Cómo me pongo neutro?”  Sentimos que nos vamos apagando. Lo empezamos a hablar, nos pasa lo mismo, no podemos comer de tanto ver cómo las vacas comen basura y desperdicios, y los monos y las ratas, y los excrementos y los orines y los olores y los charcos de agua estancada y las moscas, y los niños jugando desnudos en las montañas de basura, como si fueran de arena, y no podemos caminar un paso sin que nos mendiguen o nos ofrezcan guía y transporte. Y no se rinden y no entienden el «no thanks» primero y el «no», con cara de orto después. Finalmente, evadimos poniendo quinta marcha, casi corriendo, y ahí ya no te siguen. Pero es sólo por 30 segundos. Y el ciclo empieza de nuevo. No, thank you. Indiferencia. No, y quinta. Y volver a empezar.Bueno, son las 4 de la mañana, sigue cada tanto una bocina de tren y tengo que tratar de dormir ya que mañana salimos de Varanassi rumbo a Delhi. ¡Ay, Dios mío!Dos Estamos en Delhi esperando vuelo a París. ¡Qué ganas de escuchar la sinfonía número 2 de Malher! Resurrección, por la filarmónica de Berlín con Claudio Abbado, o con Baremboin por la Divan East West, o a Dudamel con la Simón Bolivar. Con un parlante en el vientre de Celeste para sanar al prinito y que vaya creciendo fuerte y sanitoTresEn el avión conecto el ipod, no tengo la de Malher. Entonces dejo que el aparato elija al azar. Se empieza a escuchar La Pasión Según San Mateo, de Bach, digo “nooo”, aparece con todo el occidente, más precisamente centroeuropeo. “Me pongo neutro” y escucho un fragmento que me atrapa, es una obra que tengo bastante escuchada. Me acuerdo ahora de una versión de Karl Richter en el Colón, hace más de 10 años. Termina el fragmento y el aparato elige Pavarotti y sus amigos y se escucha “O sole mio”, con Brian Adams, con voz afónica chiquita y bella, que la va llevando hasta que irrumpe Luciano, con esa voz y sonrisa única, basta escucharlo una vez para reconocerlo. Pongo “repeat”, la escucho como tres veces. El gordo me trae paz, como dice mi amigo Alonso en su segundo mail, si no podés ponerte neutro, sentate en algún lugar y busca paz. Ya no estoy en la India para buscar un asiento y ejecutar el consejo de Alonso, pero estoy sentado en el avión, y este gordo maravilloso, que está más vivo que nunca, me trae vida, me transmite pasión, no la del sufrimiento de Jesucristo. ¡Finalmente me trae paz! ¡Ay, Dios mío!AutorDr. Ricardo Prinainfo@medioslentos.com