“Aunque no te ocupes de la política, ella se ocupará de ti”: el arte de la persuasión elocuente, un espectáculo semántico de escenarios móviles


“Aunque no te ocupes de la política, ella se ocupará de ti”: el arte de la persuasión elocuente, un espectáculo semántico de escenarios móviles

En estos momentos de fuego electoral, la política se ha convertido en un debate comunitario. En ella se depositan mensajes audiovisuales, movimientos actorales y un escenario teatral que nos remonta a Hollywood.Arte. Bella dama de mundo y vida. Hermosura de la muerte, y de los misterios. Difícil citarte, aún más escribirte. En alguna noche de solemnidad, Napoleón Bonaparte dijo: “Bien analizada, la libertad política es una fábula imaginada por los gobiernos para adormecer a sus gobernados”. Mi teléfono suena, mi televisión suena, mi radio suena y mi cabeza realza un breve cortocircuito informativo. Todo por un voto. El pensamiento se reduce a un movimiento tácito de decisión.Los años pasan, la historia fluye. Tantos han pasado, tantos quedan por pasar que uno asimila las elecciones presidenciales con el insulso almuerzo de oficina. Bebo un sorbo de café y observo detenidamente a Charles Chaplin, algo dice con su personaje dictatorial. Algo dice con aquellos tiempos modernos. Algo dice, posiblemente, lo mismo que hoy vivimos, lo mismo que hoy nos suena, lo mismo que hoy nos genera aquel breve cortocircuito. ¿Y las Bellas Artes? Púes, simple. La impostación de un locutor frente a las cámaras, un guión previamente analizado y escrito. Una música seleccionada con matices y funciones claramente empresariales, con ingredientes persuasivos. La eficacia de la gesticulación, la danza de las manos junto a una sonrisa de manteca. Todo brilla, todo parece una lámina del saber. Fotografías, gigantografías, imágenes, pinturas, collages, impresionismo, cubismo, colores, texturas. Folletos, caricaturas, la mano del artista junto a la máquina generadora de mercancías.Aristóteles era aún más claro: “El hombre es un animal político”, sin embargo, hoy podríamos afirmar que el hombre es un animal digitalizado. Atontado con mensajes. La política se ha convertido en el principio del fin conceptual. Abrió sus puertas al  espectáculo, a las bailarinas de Cabaret, al taco alto y algún cigarro chamuscado del diván. Para los barbudos en gris oscuro, un Whisky doble si es tan amable.Ciudad Autónoma de la Provincia de Buenos Aires. Mauricio Macri te da la bienvenida, por un voto. Una sumatoria de tres cuartas partes de la población activa. Una comunidad reunida, por lo menos en un banal sentido del ejercicio político. Y es aquí donde el novelista francés André Malraux hace su brillante aparición: “En la política es a veces como en la gramática: un error en el que todos incurren finalmente es reconocido como regla”. Ahora entendemos que las soluciones y las promesas congelan semánticas totalmente diversas según la mirada del espectador. No tendremos transporte público en condiciones nobles, tampoco el considerado funcionamiento conductor  de la ciudad toda. Pero somos bienvenidos, somos parte de algo. Sentido de pertenencia en un estado de absurda eficacia. Todo por un voto. Aristóteles tendría que haber omitido la palabra “político” en su afamadísima cita.  El monstruo de la publicidad. Las redes sociales alimentan el canal informativo recurriendo a nuestro mayor terror. El cansancio de los recursos literarios, retóricos, nos adormecen con su extravagancia poco artística. Dan señales de acostumbramiento, nos transforman en soldados toscos de la filosofía. El algoritmo es básico: asesor + diseño discursivo + escritura y corroboración de la actividad persuasiva + transmisión y enseñanza. El público se entusiasma y la política se transforma en un breve entretenimiento macizo. ¿Será que el Arte encierra poderes maquiavélicos? Es una justificación menesterosa, de nulo valor moral. Sin embargo, es un recurso hábil de la naturaleza. Y desmesuradamente eficaz.La Política tiene orígenes remotos. En la congénita socialización de nuestra especie, encontramos el polémico concepto de familia, en donde existe la figura del líder u organizador. En la masividad, cada familia se comporta como aquel gobernador en medio de millones de individuos y círculos viciosos. Una comunidad se concreta, nuevos dirigentes se originarán como resultado omnisciente. El guía inquiere modos, estrategias dictatoriales o carismáticas. Y diagrama rituales, acostumbramientos confeccionados por medio de la rutina. Y así, nuevamente, recaemos en la maravillosa cita de Malraux.Cada uno de los líderes políticos de nuestro país son miembros de ese ritual. Le dan vida, lo cuidan y lo transmiten con inyecciones de arte introspectivo. Desde el “Argentinos, Argentinas, por favor, por favor, por favor”, hasta los errores impresentables en la locución del actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Partiendo de las calumnias de una señora de cabellos amarillos que ha dedicado su vida política a difamar verbalmente hasta la sonoridad vocal de un hombre similar a un perro bulldog. Y la lista extensa que ya todos conocen. La política no es enigmática, veamos. Los vendedores ambulantes confeccionan un personaje repetitivo añadiendo elementos del arte: movimientos, miradas, matices en la voz, frases confeccionadas con producciones persuasivas, entre otros tantos utensilios discursivos. El objetivo es simple, transmitir y convencer.Si el arte genera bienestar en el ser humano y logra transmisión comunicacional efectiva, todo objetivo de comunicación política debe recurrir al arte como conector universal. Pese a todo, la política de la posmodernidad audiovisual y publicitaria se ha convertida en una cleptómana de alto rango piramidal. Sujeta a las bellas artes con un fin despótico y conservador como un efecto de luz artificial que enceguece los ojos y aturde el pensamiento libre. En esta etapa electoral, somos víctimas nobles del amarillismo y la saturación informativa, estamos envueltos en una parsimonia fantasmagórica. Nos convencen de imperceptibles, como La Biblia. Nos alegran con su teatro, y allí, las marionetas. Un juego de mesa, sobre nuestras mentes.En este mundo tan esquizofrénico designado vulgarmente con el nombre de Internet, encontré una publicación de una autora llamada Liliana Rossells denominada “Mercadotecnia” que resume sintácticamente mi argumento. Cito alguna de sus explicaciones:“Producto: Candidato unido con los beneficios que ofrece a cambio de que le den el voto. El producto político y electoral es el líder político. Precio: Representa el voto, lo que paga el elector a cambio de obtener el beneficio que desea.Plaza: El candidato y sus representantes constituyen la plaza, los cuales deben estar al alcance del mercado meta, para que ellos lo vean, lo toquen, lo escuchen y lo aplaudan. El marketing político y electoral recomienda que el candidato salga a la calle, camine entre las multitudes, hable con la gente (…).Promoción: mensajes que se transmitirán a los medios masivos, teniendo en cuenta varios factores, entre uno de los más importantes, el socioeconómico (…).”  

(Fuente: http://www.mailxmail.com/curso-mercadotecnia-2/herramientas-marketing-politico)

Todo es un esquema en miniatura, para luego insertarlo en el imaginario colectivo. El deseo de las multitudes es un argumento de persuasión carismática a fin de convencer y obtener un voto. El discurso es una estrategia artística en la imagen del pueblo que confía y deposita una fe particular. El arte genera divinidades, y ¿qué mejor para un político que convertirse en una divinidad? El sentido intrínseco de la actividad lo define: un ser humano desemejante que tiene la capacidad para gobernar al resto. El Elegido, el Mesías, no son títulos de alguna nueva serie de Fox. Son conceptos construidos en el inconsciente a fin de diseñar un mandato común.Este humilde escritor no desea destituir a la política de su juicio natural, no plantea fuertes teorías al respecto. El objetivo es, sencillamente, dar un pequeño paso a la conciencia de la peligrosidad y las tantas manifestaciones del arte. Esta última puede ser una maravilla de la imaginación, o un dispositivo de control social. Un encanto de las fantasías y las entelequias, o la cúspide del dominio discursivo y teatral. ¿Son tan bellas las artes? Toda herramienta que genera maravilla, tiene el poder de transformar inmundicias en maravillas. Es un dispositivo moldeable, aleatorio. Aquel que recurre al arte, recurre a la balanza entre los polos. Posiblemente, recurre al significado de la vida. Posiblemente, recurre a lo más valioso de lo pensable. Espero Aristóteles me perdone, “El hombre es un animal”. Y si en esa animalidad feroz se alimenta de la percepción colectiva, es probable que seamos testigos del botón colorado. Pronto, muy pronto. Bienvenidos a la magnificencia politizada, bienvenidos al hombre.AutorPablo Sturbapablo@medioslentos.com