“Argentina, ¿Crees que soy sexy?”, Rod Stewart maravilló a un público multitudinario recopilando sus mayores éxitos


“Argentina, ¿Crees que soy sexy?”, Rod Stewart maravilló a un público multitudinario recopilando sus mayores éxitos

Un espectáculo efervescente, conexión inmediata. El legendario británico brindó un espectáculo inolvidable en el estadio de Vélez Sarsfield, donde miles de fanáticos de todas las edades lo ovacionaron hasta las lágrimas. “¡Muchas gracias, Buenos Aires, y hasta pronto!”, dijo Rod, hechizado por la euforia latina. Clásicos históricos y sorpresas inesperadas. Entre el arte y el encantamiento, estuvo Medios Lentos.Indudablemente, somos conscientes de las ambivalencias de la cultura y los desconciertos que profundiza el arte con su desarrollo en el trascurso de las generaciones. Pese a todo, nuestro artista ha demostrado que un escenario musical logra producir conjuros satisfactorios. Todos, absolutamente todos, atónitos con su voz magnetizadora.Una noche de luna, y el barrio de Versalles adornado con familias hereditarias de un ritmo único. Niños, jóvenes, adultos sin límites de edad. Una de las grandes sorpresas fue la pluralidad de generaciones que formaron parte del público. Indudablemente, Roderick David Stewart ha logrado atravesar las fronteras de la moda, conquistando corazones de todas las épocas artísticas.Las gigantografías publicitarias detallaban un aspecto llamativo: “The Hits”. Y así fue. El cantante y músico inglés nacido en Highgate (Londres) en plena Segunda Guerra Mundial, realizó obras proverbiales como “Tonight´s the night”, “Downtown train”, “The first cut is the deepest”, “Hot Legs”, “I Don´t want to talk about it”, “Sailing“, entre otras tantas. Atrás ha quedado, en este último sábado 22 de Octubre, el “señorito anglosajón” que lanzó discográficamente éxitos de blues, jazz y soul interpretando a virtuosos de la historia de la melodía. El público totalmente inmaculado, rogaba por sus movimientos de actor hollywoodense, y en particular, las mujeres, alzaban sus brazos como símbolo de amor platónico. Aún más, en plena melodía noctámbula, Stewart recibió un par de botas femeninas arrojadas por alguna fanática esperanzada y enloquecida con el ritmo sensual.Bien. Podríamos escribir largas novelas románticas sobre la vida de este artista de enloquecida cabellera rubia, florecida como los Bosques de Palermo, arboledas que no tienen punto final. Pues, está claro que su nacimiento no fue bienvenido en una época de horizontes dorados. Los restos de la fatalidad propia de una guerra multitudinaria, allí, en los manuales de secundario, enero de 1945. Proveniente de una familia escocesa y, sorpresivamente, el menor de cinco hermanos.Todo lector espera, en este preciso momento, que lleguen a sus mentes las palabras recolectoras: la fábula de cómo el “sin futuro predecible” logra convertirse en una estrella. Sin embargo, debo confesarle que aquí no contaremos ese cuento. Porque, queridos argentinos, el fútbol será nuevamente protagonista de nuestra cultura pluralista. En el concierto que ofreció Rod Stewart se pudo observar como el músico arrojaba pelotas de fútbol hacia los espectadores, mientras el escenario vestía un traje holográfico, audiovisual, de las mejores jugadas del Celtic de Glasgow, realizando piruetas deportivas, ¡hasta el parche de la batería llevaba el nombre de dicho equipo de fútbol!En su juventud, Rod quería ser jugador de fútbol. Era su profundo anhelo, un sueño impostergable. Participó en categorías inferiores del Brentford, y era fuertemente apoyado por su familia y quienes lo rodeaban. Pese a todo, las primeras desilusiones tocaban la puerta de calle. Los contratos no llegaban, eran un suspiro armónico dentro de las utopías. No obstante, ya todos conocemos la caricia reconfortante de las Bellas Artes. Es por ello, que no dudó en tomar su guitarra y salir, salir de la melancolía eterna, afinar el encordado y navegar por Europa. Así, la música comienza.Sus primeros pasos fueron en The Brian Augen Trinity, junto al músico Brian Augen y, pese a que formó parte de otros conjuntos, sus inicios en la popularidad fueron junto a la banda de Jeff Beck (Jeff Beck group) y al maestro Ron Wood, en el folklórico The Faces. En ese momento, Rod Stewart alcanzó la fama universal. Comenzaron a reinar las propuestas, los escenarios y las majestuosidades. Se convertía, paulatinamente, a fuego lento, en uno de los expertos de la música contemporánea.Con el paso del tiempo, sus virtudes individuales lo fueron trasladando a espacios introspectivos, desarrollándose como solista, tanto en la composición como en la formación de intérprete clásico. Sin ir más lejos, logró el CAN de Oro en noviembre de 1969 por su disco An Old Raincoat Won’t Ever Let You Down. Irrebatiblemente, los galardones se convertirían en una costumbre cotidiana, como se puede comprobar en su extensa discografía. A modo de ejemplificación: Every picture tell a story (1971), Smiler (1974), Blondes have more fun (1978), Stardust (2004), entre otros tantos.  Como en toda bella arte, los acontecimientos inconstantes son propios de su consistencia. Esos condimentos demuestran la versatilidad y la pasión por analizar y disfrutar el universo de formas periódicamente heterogéneas. Fue así como nuestro artista comenzó, a partir de la llegada del nuevo milenio, a re-interpretar históricas canciones del rock, jazz, blues y soul a modo de homenajear a sus más grandes maestros. Sin olvidar ese toque único, irrepetible e inconfundible, su afamada garganta rasposa, su erotismo en cada acorde, su mirada sensorial por entre los compases. Él mismo les pregunta a sus mujeres, ¿Creen que soy Sexy? Y el público latino le respondió con aplausos incondicionales, cantando y bailando sus fraseos ochentosos y sus baladas de extraordinarias mixturas entre la pureza y la verdad.“Nos vemos pronto, Argentina”, y detrás de sus despampanantes atuendos de gentleman, de caballero Londinense, una banda lujosa, de esplendorosos profesionales y cesionistas que lo acompañan en una rítmica sin deslices. Sin embargo, la atención principal la recibieron los vientos y el violín, ¿por qué? Pues, Stewart presentó a su saxofonista, trompetista y violinista ante la audiencia inquieta. Los hombres vieron el paraíso, ya que las jóvenes vestían hermosas polleras cortas, cortejadas de camisas que relucían un juego travieso y exquisito. Todos aquellos observaron el perfil del músico, y en sus adentros confesaban un pícaro “gracias Rod”.Lo que más emociona a sus fanáticos es la constancia que ha tenido el artista en nuestro país. Y, una vez más, hemos demostrado como la herencia cultural es fructíferamente transmitida en nuestro entorno familiar. Es maravilloso descubrir que el tiempo pasa, pero las bellas artes mantienen su carácter propio y distintivo. Las relaciones sociales podrán digitalizarse y convertirse en viejas esporas del viento, pero la música alimenta esa necesidad del conjunto masivo y carnal, esa comunión de participar en un intercambio de energía y arte como si fuera una cena festiva. Eso nos ha regalado Rod Stewart, una fiesta musical artística en comunión de pluralidades generacionales.Queridos lectores, la mano virtuosa, el corazón implícito de un artista sideral y fervoroso de la pasión que sólo las melodías pueden invocar. Un estadio repleto, superpoblado de recolectores culturales que completan el círculo distinguido de las artes. El transcurso de los años, que sólo desgastan los relojes, y no logran derribar el poder de la música. Pues, ahí está el hombre con su imaginación alada para detener el minutero y aprehender las armonías para resucitarlas en nuestros pensamientos. Bienvenidos a la comunión ilustrada, a los compases del alma, suspiros filosóficos, delirios de una cultura universal repleto de chocolates y fantasías.AutorPablo Sturbapablo@medioslentos.com