Amor a la camiseta…


Amor a la camiseta…

Muchas veces lo que se ve no es lo que parece. Pasa en infinidad de sectores de la sociedad y el fútbol no está exento de dicha premisa. Desde hace algunos años el futbolista pasó de ser un simple deportista a una estrella del espectáculo. Salen con la misma periodicidad en el suplemento deportivo de cualquier matutino que en las revistas del corazón… (Leer más)

 

Amor a la camiseta…

Muchas veces lo que se ve no es lo que parece. Pasa en infinidad de sectores de la sociedad y el fútbol no está exento de dicha premisa.

Desde hace algunos años el futbolista pasó de ser un simple deportista a una estrella del espectáculo. Salen con la misma periodicidad en el suplemento deportivo de cualquier matutino que en las revistas del corazón.
Contratos millonarios, autos de alta gama, perfumes importados, pilcha italiana, Esperanto, y una u otra botinera son solo algunas de las características de todo aquello que hoy rodea al deporte más hermoso del mundo.

El paso de los años, la tecnología, la televisión, el dinero, los representantes, han desvirtuado el eje del deporte más para el lado del negocio que el de la propia pelotita.

Sin embargo, basta salir al interior del país para ver que todavía en las ciudades pequeñas se sigue cultivando la premisa original…el juego.

Ligas locales; conformadas por equipos pequeños, con estadios sencillos, tribunas de madera y campos de juego en mal estado son la antítesis de ese fútbol glamoroso que se cocina en las grandes ciudades.

Allí la gloria pasa simplemente por quedar en la vitrina del club, levantar la copa al final de la temporada, dar la vuelta a la plaza en caravana arriba de un camión o ser recordado por algún viejo hincha memorioso que el día de mañana le contará a sus nietos que vio jugar a fulano o a mengano.

El Club Atlético 9 de Julio es un ejemplo de ese fútbol del interior, doméstico, chacarero, de entre casa. Es uno de los clubes más importantes de la ciudad, que lleva su nombre y està ubicada a 260 kilómetros de la capital. Es además unos de los animadores de la liga local, y está entre los que más campeonatos han logrado.

En él se respira fútbol, amistad, compañerismo, alegría, códigos inquebrantables que solo se ven en el amateurismo y que se perciben con apenas pisar la puerta de acceso.

Realidad diferente a la del “primer mundo futbolístico”. Basta con llegar a la utilería, donde siempre el mate está listo para quien llega de visita: pues es ese mismo el lugar de reunión de todo aquèl que es simpatizante y pasa por allí a cualquier hora del dìa. Los encuentros nocturnos de los viernes son casi un oficio religioso; donde el asado o los tallarines tienen son la excusa para juntar jugadores, cuerpo técnico, allegados y colaboradores; y repasar mil anécdotas de la historia futbolera del club.

Pero por sobre todas las cosas, allí, todos los mediodìas, con calor o frío, un puñado de muchachos se rompen el alma entrenando, con el único propósito de, el fin de semana, dejar el corazón en la cancha por “la camiseta”.

Por supuesto que ninguno de ellos vive del fútbol, ni llegan a la práctica en autos importados, ni tienen contratos millonarios ni salen en las revistas del espectáculo.

Sobran los ejemplos; como es el caso de Luis, el arquero, que trabaja en un comercio de venta de neumáticos atajando proveedores, viajantes y clientes para después calzarse el buzo y continuar haciéndolo con tiros libres o penales.- Como “el pato”, capitàn del equipo, que arranca a las seis de la mañana a conducir su auto de remis y solo se baja de el para ir a entrenar, ya que es el sustento de vida y el de su familia. También está “tati” que se encarga de controlar stock de mercaderías en un mayorista de comestibles y que la hora del almuerzo la usa para ir a la práctica con sus compañeros, sòlo por ese fuego sagrado interno que significa defender los colores.-O como “nacho” que deja la cuchara y el balde de albañil y los cambia por un par de botines y ropa de entrenamiento. Otro caso es el de Emmanuel, empleado municipal; “Rauly” repartidor de bebidas”, Valentin y Joaquín que estudian y trabajan en Buenos Aires y que religiosamente cada fin de semana viajan a jugar.-
Historias…historias de tipos que sienten la pelota y el fútbol en las vísceras y de otra manera; que lo ven todavía en su materia prima.

Hombres que le sacrifican tiempo a su familia, a sus amigos, que dejan todo, sin esperar nada a cambio, solo por el amor incondicional al club que los vio nacer, que los formó como personas, que los ayudó, tal vez, en momentos difíciles personales y que en algunos casos hasta se convirtió en el sostén para dejar la calle.- Simplemente eso, nada màs ni nada menos….que por el amor a la camiseta que le dicen.-

 

Autor
Germán Seisdedos
info@medioslentos.com