La belleza de la sensatez


Editorial 102
Ilustración: Belén Serra Delmar

Somos personas del siglo pasado, del pasado milenio, supimos imaginar que llegamos, y llegamos soñando, y así como los derechos beben de los sueños no hay que dejar que estos mueran de sed.

Son insobornables las ganas.

Ni el éxito ni el fracaso existen, queda lo vivido, las historias, la pasión inexplicable que nos hace caminar detrás de las utopías.

Tenemos que ser insobornables aunque el ser honesto sea un ejercicio doloroso y trágico. Luchar para que los políticos y los que manejan los grandes medios de comunicación no crean que «a los pobres les encanta comer promesas». Como dice Eduardo Galeano, insobornables siendo solidarios, porque esto es horizontal e implica respeto mutuo y nada tiene que ver con la caridad.

La comida y la comunicación son un derecho, estamos obligados a unir la razón y el corazón, ya que no estamos condenados a repetir la historia. Somos hombres y mujeres del siglo pasado, no podemos permitir que cualquier necio confunda valor y precio, como afirmaba Antonio Machado.

La educación no será el privilegio de quien pueda pagarla.

La libertad y la justicia andarán siamesas pegadas espalda con espalda, firmes, sin miedo, insobornables. Nuestros hijos y hermanos pobres dejarán de ser los que paguen los vicios ajenos… los esclavos invisibles de esta era.

Insobornables porque ni la memoria ni la dignidad, señores, se venden, y como manifestaba un grupo de jóvenes indignados en Cataluña, “si nosotros somos los delirantes, y no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”.

Insobornables ante cualquier ridículo disfrazado de oveja que piense que la alegría hay que tranzarla.

¿Y si eso que estamos acostumbrados a escuchar no es tan así? ¿Si los malos por un instante no son tan malos? ¿Y si esos que se dicen buenos, y levantan banderas contra los desposeídos y alzan su voz por los “sin voz” llegaran a ser funcionales al sistema?

El camino de la lucidez es complejo. Requiere pensar y requiere de belleza en el sentir.

Es indescriptible la belleza de los lúcidos y más aun de aquellos lúcidos que hablan y hacen… a ellos hay que cuidar.

El sentido común pasa a ser el más difícil de los sentidos y a su vez se ha convertido en el más sensual.

Y sin la compra y venta de negros, ¿Habría sido Liverpool el puerto más importante del mundo y la empresa Lloyd’s la reina de los seguros?

Sin los capitales del tráfico de personas de raza negra, ¿Quién hubiera financiado la máquina de vapor de James Watt? ¿En qué hornos se hubieran fabricado los cañones de George Washington?

Entonces ¿Por qué tengo la obligación de creer en el silencio como única respuesta? ¿Hasta cuándo vamos a proveer a la “belleza” de los otros? ¿Hasta cuándo?

Nací creyendo en la gente, en mi hermano, en mi par, por más que me equivoque una y otra vez, afirmaré hasta el cansancio que juntos lo podemos todo y que el individualismo no hace ni sombra.

Yo creo en tu belleza, en tu diversidad, en tu autonomía.

Permitite dudar de la historia repetida, la historia fácil, la instalada. Lo sé, tanta libertad duele por su hermosura, pero esta ahí para nosotros. Ahora es cuando.

Gracias por el tiempo.

Que disfruten de la partida.